En la entrada anterior relaté mi vista al pueblo de Willoc, desde donde regresaba caminando hasta que me encontré con un grupo de pobladores con quienes tomé un poco de chicha de jora y fue entonces que caí en la tentación de subir hacia las ruinas de Pumamarca adonde no tenía planeado ir ese día pero...
Empecé la subida cruzando un par de puentes sobre el río YURACMAYO (río blanco) y no me detuve hasta muy arriba. Hay un camino que no es muy notorio y lamentablemente no hay señalización así que hay que ir a tientas. Llegué a un parte en que el camino se conectaba con una especie de “carretera” a la que debía seguir pero preferí seguir trepando por la pendiente. Hasta que empecé a dudar de si estaba en el camino correcto; me acerqué hasta una casa donde una señora me dijo que iba bien y que “allí arribita nomás” estaban las ruinas. Seguí trepando y luego todo se nubló y empezaron a sonar algunos truenos. Felzimente, pocos minutos después, aparecieron unas “chullpas” que más parecían los torreones que protegían una ciudadela. Y entonces llegué a Pumamarca…
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Desvío hacia Pumamarca |
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Vista del valle de Patacancha en la subida hacia Pumamarca |
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Primeras "chullpas" de Pumamarca |
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Entrada principal a Pumamarca |
Este sitio puede ser considerado una especie de bastión y está ubicado en un punto estratégico desde donde se tiene una vista privilegiada de los valles de Patancancha y Yuracmayo. El lugar encierra un gran misterio: nadie sabe exactamente cuándo fue construida ni su función precisa. Se dice que fue un sitio para controlar el acceso desde el Antisuyo (una de las regiones del Estado Inca) pero el sitio es demasiado grande para haber tenido solamente esa función. Lo que algunos investigadores creen es que Pumarmaca fue uno de los primeros sitios inca en el área aunque parece que su construcción empezó en el siglo XIII, es decir, mucho antes de la llegada de los incas al valle según los documentos del siglo XVI.
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Pumamarca |
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Pumamarca |
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Pumamarca |
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Pumamarca |
Es posible, entonces, que Pumamarca haya sido construida por los AYARMACA que fueron una etnia que habitaba estas tierras antes de la llegada de las huestes del Inca pero con quienes compartían la procedencia altiplánica y seguramente algunas tecnologías. Pero ¿y si al final no fueron los Ayarmaca sino más bien los Incas los que arribaron a esta área mucho antes de lo que se piensa? ¿Habría que empezar a relatar la historia inca considerando un nuevo punto de partida? Eso no deja de ser intrigante. Los edificios están centrados alrededor de un patio y tiene puertas y paredes muy altas; parece notoria la intención defensiva. Hay también una esplendida muralla alrededor de la ciudadela construida en forma de zigzag. Los habitantes de este lugar debieron de haberse sentido más que seguros dentro de estas inmensas murallas.
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Pumamarca |
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Pumamarca |
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Pumamarca |
En el “patio central” me eché a descansar un poco y observar la tormenta que caía al otro lado del valle; donde yo estaba solo había una suave garúa, felizmente. Pronto el cielo se despejó y un sol esplendoroso chorreó su luz sobre las ruinas y entonces inicié el descenso. No quería desandar el camino por el que subí, sino más bien continuar por las altas laderas de los cerros e ir bajando poco a poco hasta llegar al sendero que me llevaría de regreso hacia Ollantaytambo. Además, sospechaba que muy cerca debían de estar los andenes de CHOQUEBAMBA. No había un camino para seguir o al menos yo no lo encontré por lo que tomé el “camino de bestia”… no me refiero al camino de una bestia de carga sino al camino de “la bestia de Pablo”… que consiste en meterse por donde sea con la terquedad que ni un mulo tendría hasta encontrar un vía o hacerse de uno. Ya, la gracia me cuesta resbaladas, golpes en las piernas, heridas en los pies pero me da una gran sensación de incertidumbre y aventura y me remite al “buen salvaje” que tengo dentro.
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Dejando Pumamarca hacia las terrazas de Choquebamba |
Iba buscando la acequia que me habían recomendado buscar y seguir para así llegar hasta Ollantaytambo y en la búsqueda acabé metido en corrales, saltando piedras inmensas y en partes donde los árboles eran tan altos y tan profusos en ramaje que no dejaban entrar el sol por lo que estuve caminando en una especie de túnel hecho de ramas. Y allí estaba yo, el hombre enredado que soy llevando de la mano al niño desaparecido que fui para cruzar el portal hacia el lugar donde el sueño de ser un “explorador aventurero” se hacía realidad.
Encontré la acequia y bebí un poco de agua, seguí su curso y llegué a los ándenes de CHOQUEBAMBA que son, sin duda, uno de los más finos ejemplos que haya podido ver. Se extienden desde casi la cumbre de los cerros hasta el piso del valle, en una caída de por lo menos 800 metros. Caminé entre ellos (de hecho el camino pasa por uno de los ándenes) y noté que algunas partes han sido restauradas y permiten hoy producir tal y como lo hicieron hace cientos de años. ¿Cómo construir este prodigio tecnológico en uno de los ambientes más agrestes de la tierra? ¿Cómo convertir la tierra infértil de una ladera escarpada en tierra productiva?...
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Andenes de Choquebamba |
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Andenes de Choquebamba |
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Andenes de Choquebamba |
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Andenes de Choquebamba |
Avanzaba por el estrecho camino mientras veía abajo algunos maizales que moteaban el estrecho valle de un verdor encendido, un color azuzado por el vivo brillo solar del atardecer andino; y al otro lado los enormes cerros confinantes caían con violencia como tratando de cortar, inútilmente, el serpentear sosegado del Patacancha, cuyos reflejos dorados me guiaban hacia mi destino. Por fin el camino descendió hasta el pueblo de MUNAYPATA y desde allí solo me faltaron 30 minutos más de caminata para llegar a Ollantaymbo, a donde después de 9 horas de excursión volví, cansado, con calambres en las piernas, presa de un inevitable torpor debido al agotamiento pero feliz. Compré algo ligero de comer y me fui al hospedaje para bañarme y dormir.
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Camino, en las laderas de los cerros, hacia Ollantaytambo |
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Munaypata visto desde las laderas de los cerros |
En la noche salí a buscar algo para cenar pero todo me parecía muy caro y las ofertas se reducían a pizzerías; “creo que ni en Roma encontraría tantas pizzerías”, pensé. No hay muchas opciones de comida regional. Entonces, vi a un Wayruro y supuse que se iba ir a cenar y que escogería un lugar menos turístico y más barato. Entró en una pollería (en una esquina de la plaza) llena de pura gente del lugar y allí comí por tres ya que era mucho el hambre. Hablé un poco con algunas personas y me divertí con sus ocurrencias. Me despedí y me fui a dormir… sintiendo que había vivido ese día con una intensidad tal que no me importaría gran cosa si no podría volver a despertar… pero tendría que hacerlo, al día siguiente una cantera inca, esperaba por mí.
Pablo
3 comentarios:
Hola pablito, te cuento que hice ese camino al revés..no lo conocíamos y nos perdimos al comienzo. Es maravilloso ese lugar, igual se dice que la construcción es preinca e inca. Un abrazote! Lena
Gracias Lenita, como siempre tan generosa.
Hola estimado Pablo me interesa la ruta que hiciste, podrías decirme como hiciste del transporte o todo lo hiciste a pie.
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