Callejeando en Regensburg II : mitos y sueños de una ciudad medieval

domingo, 26 de febrero de 2012



Crucé nuevamente el puente de piedra mirando abajo el ancho y grisáceo Danubio en cuyas blanquísimas orillas los árboles parecían dormitar bajo el pesado sueño de la espuma de las nieves. Me volví a meter en el centro mismo de Regensburg para continuar mi callejeo (ver la primera parte aquí). Caminé un poco por la larga calle que avanzaba junto al río hasta que le perdí de vista pues los edificios construidos a su vera lo ocultan. Hasta que encontré el primer sitio interesante: a la izquierda estaba la casa donde el astrónomo JOHANNES KEPLER vivió sus últimos días. Aunque es mejor decir, una de las muchas casas donde vivió porque Kepler fue un nómada que se movió por toda Europa en busca de conocimiento.  
Hoy el lugar es un discreto y pequeño museo llamado KEPLER GEDACHTNISHAUS (Keplerstrasse 5. Entrada: 2, 20 euros) que por lo que he leído tiene una interesante colección de libros que hará las delicias de bibliófilos y amantes de la astronomía. A propósito hay una frase muy interesante que el famoso científico dijo: "Yo deseaba ser teólogo; pero ahora me doy cuenta, a través de mi esfuerzo, que Dios puede ser celebrado también por la astronomía".

Regensburg. Baviera - Alemania.

Desde la Keplerstrasse, calle donde se ubica el museo, parten varias empinadas y estrechas callejas; al azar escojo una que sorprendentemente termina en un espacio amplio y luminoso: la HAIDPLATZ, plaza al que consideran el salón de Ratisbona. Tiene una singular forma triangular y está considerada entre las más hermosas del sur alemán. En el centro se ve la Fuente de la Justicia de 1656 y frente a ella hay un edificio, que hoy es un hotel, al que llaman EL ARCO (THE ARCH) porque en el pasado pasaba por allí un pequeño río que cruzaba toda la plaza. Al otro lado se encuentra el “Zum Goldenen Kreuz” que es un castillo patricio del siglo 13 y que se puede considerar como el primer hotel de la ciudad pues tuvo esa función desde el siglo 16. Allí se han hospedado emperadores, reyes y princesas. Entre ellos CARLOS V, un nombre que nos suena familiar.

Regensburg. Baviera - Alemania.
Regensburg. Baviera - Alemania.
Pero la joya de este rincón de la ciudad es el Teatro THON DITTMER PALAIS y su clasicista fachada. Por un costado de la puerta principal se puede entrar y conocer su patio en el cual hay unas arcadas renacentistas. 

Regensburg. Baviera - Alemania.
Esta plaza está unida otra, la RATHAUSPLATZ, por una pequeña calle llamada NEUE WAAG. ¿Por qué es importante ir allí? Pues porque en los pueblos alemanes siempre es bueno ver el ayuntamiento o municipio, ALTES RATHAUS, más aún si se tiene en cuenta que desde el de Regensburg los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico convocaban a los príncipes y obispos para deliberar con ellos en la Dieta Imperial Permanente. Además no pasará inadvertido para el caminante los 55 metros de altura de su torre. La fachada tiene un par de imágenes que parecen salir de unas ventanas y que son bastante curiosas: una es un hombre que parece mirar sin preocupación hacia quienes cruzan el umbral de la puerta y la otra representa a otro hombre que tiene en la mano una piedra y que parece que lo va tirar a quien estuviera cerca. Por lo que he averiguado esa imagen simbolizaría una advertencia para el burgomaestre a quien se le dejaba claro que tenía que hacer un buen gobierno porque si no los habitantes de la ciudad siempre tendrían a la mano las piedras para hacerle sentir su disconformidad. 

Callejeando en Regensburg: entre góticos, romanos y el Danubio

jueves, 16 de febrero de 2012



     Detrás de las ventanillas del tren que me lleva a REGENSBURG, o RATISBONA, se extiende toda una blanca infinitud. No hay matices en el cielo, ni emulsión de colores, sino más bien un pálido monologo que avisa amenazante el final de la tregua: la nieve volverá a caer pronto. 

El tren entra a una velocidad tremenda en una dimensión en la que parece imposible que existiera lugar alguno. Pero hay pueblos, y tienen nombres que al intentar pronunciarse lo único que se crea son sonidos ominosos que no parecieran denominar lugares sino más bien elementos de un recetario mágico. Veo con curiosidad los detalles del paisaje: las puntas de las iglesias agujerando el cielo; los techos de pizarra de las casas; las puertas de colores; las calles empedradas; la nieve que todavía cuelga sobre las ramas de los árboles desnudos; las contadas personas que caminan sobre alguna estrechísima calle y que parecen echar espectros vaporosos cuando abren las bocas. Veo el humo de las chimeneas flotando como fantasmas en dirección a las laderas donde el verdor de los bosques de coníferas rompen el espectral dominio de lo blanco. En fin, veo todo con ojos que han sido sorprendidos por el exotismo: los mismos que cualquier alemán de estos lares tendría al ver pasar por la ventana de un destartalado bus los villorrios de los Andes.

Toma de contacto: la Maximilianstrasse es una calle larga que parte desde la misma entrada de la estación de tren de REGENSBURG y que se mete como una lanza por un costado del pueblo. Por allí voy entre parques que parecen sacados de un cuadro romántico, esquinas adornadas con navideñas guirnaldas y gente a la que el frío no arredra y ha salido a hacer las compras. Levanto la vista: nunca falta un bello edificio, una imagen curiosa, pero no me quedo mucho tiempo detenido, quiero que mi cuerpo siga produciendo calor y me refugio dentro de una maravilla: la ALTE KAPELLE.

REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA
REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA
REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA
Sí, sí y sí. He escrito mucho sobre las iglesias europeas, las he visitado y cuando las describo no puedo dejar de usar adjetivos que suenan a tópicos: fascinante, bellísima, sorprendente, imponente. Esta capilla -qué austera fachada- merecería un entusiasta descripción que dejara notar mi fascinación, pero no pienso cansarte más describiéndote lo evidente. Lo que no puedo dejar de hacer es recomendarte, casi rogarte, entrar y visitarlo.

REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA
REGENSBURG. BAVIERA - ALEMANIA
Dentro todo es un festín brillante donde la armonía rococó se impone, y aunque puede parecer recargado es encantador: si te dejas llevar estoy seguro que harás como yo: no podrás bajar la cabeza, y mirarás y mirarás hacia el techo como quien mira un cielo cuyos signos se pueden entender.

Escrituras nómades : Viajes con Herodoto de Ryszard Kapuściński

sábado, 11 de febrero de 2012


Llego un poco “infectado” de buenas opiniones sobre esta obra y sinceramente es difícil desentonar con tanta unanimidad pues es en verdad maravillosa y como todo buen libro de viajes que se precie de serlo, te transporta, te lleva, te enseña, te hace huir de donde estás. 


Joven periodista que solo quería “cruzar la frontera”, ver qué había un poco más allá de ese límite en el que estaba encerrado su país, quién no hace sentido esa tremenda curiosidad; el gran Kapuściński logra sin querer su sueño: le envían a la India para ejercer de reportero, “el mejor oficio del mundo” como diría García Márquez, logando así no solo romper “la frontera” sino traspasarlas casi todas. Más allá del difícil choque de la experiencia inicial el viaje abriría en el cronista polaco un ilimitado apetito por el mundo y dedicaría sus años a aquello que el consideró siempre lo que era el sentido de la vida: “Cruzar fronteras”. Ese descubrimiento debió haber sido éxtasis puro. Desde entonces muchos de sus viajes lo hace acompañado del HISTORIAE el gran libro de Herodoto, regalo de una profesora, y con el que se ponen las bases para lo que sería esa ciencia.



En este libro el gran reportero no nos bombardea con información sobre sus andanzas y su vida sino que también nos hace partícipes, gracias a su saber, de otros viajes y de otros momentos de la historia a través de los escritos del compañero de viajes que, en forma de libro, el destino le ha puesto al lado. Así mientras que le seguimos la pista en sus movimientos por el mundo logramos ver también ese movimiento interior que se está produciendo en él mientras aprende los rudimentos del periodismo; en medio de esa enmarañada selva de dudas y aprendizaje descubre en Herodoto un cicerone, una guía, un maestro de quien el aplicado alumno consume todo conocimiento. 


Kapuściński dialoga, por momentos cuestiona, se sorprende y nos trasmite su entusiasmo por lo que escribe su mentor cuyos trabajos mira de manera novedosa, no buscando la solidez o le exactitud histórica sino, y sobre todo, su modo de recopilar información y de cómo lo organiza para escribir su obra. Es decir comenta “el taller” del griego, sus tejes y manejes para sacar adelante la obra y nos damos cuenta que es inevitable que el polaco no se vea reflejado en el historiador: ambos viajan por lugares con culturas diametralmente opuestas a las suyas, viven en un mundo dividido (occidente – oriente) y tienen que enfrentar casi las mismas limitaciones: idiomas, falta de apropiadas vías de comunicación y tecnología, dudas. Pero la sed de conocimiento o el deseo de confirmación de un dato o una historia les anima a seguir y así avanzan insatisfechos y deseosos de aplacar la curiosidad; se mueven juntos en tiempos y geografías distintas y “Kapu”, que no cuenta con radios, ni intérpretes, ni ningún adelanto técnico que alivie la carga de su trabajo, como si lo tenían los periodistas occidentales, ve por fin la luz que brilla en la obra de su admirado Herodoto: no había que buscar imágenes increíbles ni las grandes historias oficiales; detrás de todo ello había un pueblo que palpitaba y que podía ser el venero de muchas historias mil veces más interesantes por lo cual había que ir hacia ellos, había que hablarles, leer sus pensamientos y anhelos y miedos, tal y como el griego hacía. El futuro reputado reportero percibe entonces que los reportajes vienen de la gente, de la relación yo – él, yo – los otros y que para llevar a buen puerto su trabajo depende de ellos; es decir que el reportaje es un género colectivo, no una labor solitaria y cerrada.

Creo que una de las cosas más importantes en VIAJES CON HERODOTO no es que sea solo un gran libro de viajes sino sobre todo un alegato contra el prejuicio y el provincianismo de las gentes que adormiladas viven en la cerrazón del conocimiento de otros pueblos, otras regiones, otras culturas de las que seguramente provienen muchos de los conocimientos que ellos en sus lugares disfrutan y no hacen más que criticarlas sin darse cuenta de todas las lacras y taras en las que viven inmersos.



¿Sería mejor leer primero a Herodoto? No lo creo necesario. Es más, diría que es saludable leer primero a Kapuściński pues él nos aclara muchas cosas, nos hace ver la valía y los secretos de la técnica del griego atisbando a través de los intersticios de la magia hechizante de su escritura y nos contagia un entusiasmo por su obra que hace que al final le queramos y como viajeros nos sintamos identificados con él.


Algunas frases que suenan y se repiten mí como un mantra…


  •  “A fin de cuentas, lo que podríamos llamar “contagio de viaje” existe, y es, en el fondo, una enfermedad incurable.”

  • “El camino es la fuente, el tesoro, la riqueza. Solo estando de viaje el reportero se siente él mismo a sus anchas, se siente en casa”

  • “Parte de la respuesta la proporciona el propio camino. El movimiento. El viaje”

  • “El pasado no existe, solo existen sus infinitas interpretaciones”

  • “La persona que deja de asombrarse está vacía por dentro; tiene el corazón quemado… En aquellos… que creen que no hay nada que pueda asombrarlos ha muerto lo más hermoso: la plenitud de la vida”


 Pablo

ESCRITURAS NOMADES : VIAJAR LEYENDO

jueves, 9 de febrero de 2012


Me gusta la “literatura de movimiento”, libros donde los personajes se mueven, desparecen, corren, cambian de lugar; eso no significa que no adore libros en cuyas historias los protagonistas no salgan ni siquiera de sus ciudades (los de Kafka por ejemplo o algún personaje de Walser caminando por las calles de una misteriosa ciudad) pero tengo que reconocer que los primeros son los que me gustan más. A modo de hacer algo nuevo me he propuesto publicar algunas pequeñas reseñas a los que llamaré ESCRITURAS NOMADES (título que tomo prestado del interesante libro de la escritora Belén Gache) y que se basarán en los libros de viaje (o de los que encajan en lo que considero “literatura de movimiento”) que estoy leyendo esperando que el (improbable) lector-a de este blog también se anime a leerlos o los conozca un poco más si es que de ellos no ha oído nunca. Debo advertir que no soy, ni pretendo ser, crítico literario ni tengo ningún conocimiento de cómo armar una opinión presentable y clara sobre muchas cosas; de hecho mi talento analítico, expositivo o explicativo y de concisión los considero nulos; solo trataré de reflejar aquí el entusiasmo, o la carencia del mismo, que me despiertan ciertos libros. La mayoría de las veces solo me limitaré a transcribir algunas frases interesantes que encuentre en esas lecturas y que pueda considerar sugestivos; y cortas, muy cortas, reflexiones que vengan a mi mente en el momento de la lectura. Creo que es mejor la concisión en estos casos y no colaborar con la sobreinformación y el océano de opiniones que existen ya en la red.  


Posiblemente, antes de ponerme a escribir sobre libros que están considerados dentro de la “literatura de viajes” debería asentar mis ideas y crear un “corpus teórico” y un introito decente en el que exponga lo que yo considero qué es ese género, pero quizás intente hacerlo en el futuro; también me encantaría escribir algo así como “la historia de la literatura de viajes” o un “diccionario biográfico de escritores viajeros” pero dejo todo eso para después; sinceramente ahora me pueden más las ganas de dar a conocer y compartir opiniones sobre los libros que leo y que están allí sobre la mesa de noche velando mis sueños y anhelos de conocer el mundo. “Siento que la vida requiere efusiones, no reflexiones” como escribió Walser. 


En fin, estoy tan lleno de “proyectos” que creo que necesitaría mucha vida y mucha calma para hacerlos todos. Ah, lo olvidaba, algunos de los textos sobre los que hablaré posiblemente no tienen nada que ver con “literatura viajera” pero algo en sus historias, en sus reflexiones o en la “vida” de sus protagonistas me hará considerarlos como tales. Espero que los disfruten y que me perdonen los errores, excesos de entusiasmo, poca claridad, metidas de pata, ignorancia y demás cosas que seguramente serán recurrentes en estas humildes opiniones. Nos vemos en el camino.


Pablo




Campo de concentración de Dachau: la geometría del salvajismo

martes, 7 de febrero de 2012


Uno de los motivos por los que me gusta Alemania es porque muestra al mundo su nobleza como país creador de cultura en extraordinarios y grandiosos museos. Pero también me gusta porque exhibe sin pudor lo más horrendo que ha creado como sociedad: la espantosa ignominia nazi. Pero no lo hace de modo solapado, vacilante o edulcorando lo horrible sino en los propios lugares en donde ese régimen de locura y destrucción llevó adelante su industriosa maquinaria de odio y muerte. Hacer eso habla bien de la “salud” interna de un país, de su deseo de verdad, de su capacidad para avivar la memoria de lo que sucedió y no tiene que repetirse.

Alguien podría decir que a los alemanes no les quedaba otra y tenían que mostrar aquello que ocurrió porque había demasiadas pruebas tangibles y ocultarlos habría sido negar lo innegable. Sin embargo, cuántas cosas que no se pueden negar en el mundo se niegan de modo categórico y apenas se recuerdan. Pienso en las matanzas armenias; en la carnicería balcánica; en el horror que los ejércitos de las superpotencias han ido dejando como una estela indeleble allí en donde se han metido a “ordenar las cosas”; en el holocausto indígena de las Américas y pienso también en las masacres en las que murieron y desparecieron miles de peruanos durante la “guerra civil” de los 80´s y 90`s.

El hecho de que existan museos o memoriales en toda Alemania como el de DACHAU es un ejemplo que muchos países deberían seguir. Pero no se hace. En el Perú, por ejemplo, solo se ven museos en donde se alude a nuestra grandeza como cultura milenaria, a los grandes logros artísticos de nuestros antepasados, a la variedad y riqueza de nuestra naturaleza, a la culpa que tuvieron “los de afuera” en muchas de nuestras desgracias pero no hay un solo lugar en donde se quiera recordar todo aquello de execrable, degrado, retrogrado o salvaje que como sociedad hemos vivido y creado: los miles de indígenas muertos durante la época del caucho; otros tantos más que fueron erradicados de sus hogares para que las industrias extrajeran de las entrañas de sus tierras la riqueza de la que otros se servían; los miles y miles de cadáveres de hombres, mujeres y niños que se vieron atrapados entre la pólvora y el fuego del desquicio y la inquina con la que se enfrentaron militares y terroristas durante la guerra de finales del siglo XX y que ha quedado como una herencia de pesadilla que no queremos ni aceptar ni asumir. Pido disculpas al (improbable) lector de este blog por meter en este escrito que trata sobre una campo de concentración alemán un tema que tiene que ver con el Perú pero es que mi país es una enfermedad que arrastro, aunque no lo quiera, y es el venero de donde he bebido las ideas y razonamientos con los que miro, perplejo, al mundo.

En mi país sería impensable que por nuestra propia iniciativa construyésemos un lugar como DACHAU. A nosotros no nos gusta recordar, las verdades se dicen siempre en voz queda o se prefiere pasar página cuando incomodan a algunos. Como en muchos otros sitios allí la verdad oficial es una cosa de jerarquía: la dicta quién tiene más poder y la impone ocultando los cadáveres bajo la alfombra. Los cobardes que saben, miedan bajo la luz, como dice el gran poeta  Juan Gelman. Tenemos que esperar que el gobierno alemán nos aliente (dinero en mesa) a hacer un museo o espacio en la que podamos recordar los aciagos tiempos de la última de las guerras internas en las que el país se desangró para ver el ahínco y la furia con la que nuestros cavernarios y retrógrados (madeinPerú) reaccionan cuando de recordar nuestras infamias se trata.

Conocer el CC Dachau es una experiencia que se debería vivir alguna vez; es una vivencia tremenda pero no te deja indiferente y dispara en ti ideas, preguntas, cuestionamientos y, tengo que reconocerlo, pesimismo a raudales. 

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
La JOURHAUS o entrada principal de este ex campo de concentración fue un leviatán que con sus fauces de hierro se tragó a miles de personas. Muchos de los que entraron por allí no volvieron a salir y antes de cruzar ese umbral vieron escrito: ARBEIT MACHT FREI o EL TRABAJO TE HARA LIBRE. Me pregunto si quien entonces llegase y viese ese mensaje imaginaría que la frase era una promesa de liberación real; que era necesario esmerarse y hacer todo lo que dentro se le exigía porque la estancia allí no iba a ser larga y pronto iba a ser liberado. Cosa que no sucedió con muchos que tuvieron que dejar dentro sus huesos. Aunque, si consideramos el horror que allí se vivió, salir muerto después de todo debió haber sido liberador.

La primera parada es en lo que fue un edificio administrativo que hoy hace las funciones de centro de interpretación. Allí se pueden ver mapas que nos dan a conocer la ubicación de los campos de concentración en toda Europa; una colección de afiches que solía usar el aparato publicitario nazi y una detallada explicación de la historia del nazismo y de las causas de su arribo al poder. Hay también ingente material fotográfico que como postales enviadas del peor de los infiernos nos grafican, en blanco y negro, la ejecución del horror: imágenes de los experimentos científicos que se hicieron y otras en donde se ven pilas y pilas de cadáveres, como si estuvieran en una escombrera, como si fueran el deshecho del día, puestos allí en buen sitio para que vengan los del servicio de limpieza y se los lleven.

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
El visitante va pasando de un salón a otro como si estuviera caminando por una colección de horrores. Las paredes están desconchadas y no tienen adorno alguno; las luces de los focos le dan al ambiente un deprimente tono frío, como si se estuviese en un hospital. En uno de los salones del centro de interpretación se hicieron unos trabajos de reparación de paredes y se encontraron bajo la costra de la pintura que se les había añadido una frase que los nazis habían escrito: RAUCHEN VERBOTEN o PROHIBIDO FUMAR. Es irónico, pienso, allí donde se prohibía fumar se permitían otras cosas: matar, matar y matar.

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