Caminando 9 días de Choquequirao a Machu Picchu

martes, 29 de marzo de 2011



Ya estaba ante nuestros ojos y no tenía asomo de comparación con las imágenes que nos venden en las postales. Imponente, majestuoso, misterioso. Nunca encontraremos epíteto alguno que haga justicia a su grandeza. Contemplándolo desde las alturas del HUAYNA PICCHU nos alumbra un gran regocijo y la satisfacción de sentir que valió la pena el esfuerzo gastado en tantos días de dura caminata para terminar en medio del laberinto de ese corazón de piedra que es MACHU PICCHU.

Pero todo había empezado días atrás. No, miento, miento. Todo había empezado un par de años atrás, cuando prometimos acabar nuestra carrera con la aventura, el gran viaje, la gran caminata en nuestras historias personales. Así que allí estábamos, dándole al sueño la posibilidad de materializarse en la realidad. Íbamos a unir los dos más grandes complejos arqueológicos incas hasta ahora conocidos: CHOQUEQUIRAO y Machu Picchu. Para lo cual necesitábamos contar con todas nuestras fuerzas para en 9 días enfrentar inmensas alturas; bajar por profundos cañones; cruzar ríos sobre estrechos puentes hechos de troncos de árboles; ir desde las más gélidas punas hasta los más calurosos terrenos de la selva alta peruana. Un viaje de constantes extremos, en definitiva.

ABANCAY

Llegamos el jueves 13 de abril a la tranquila ciudad, capital del departamento de APURIMAC, que el gran José María Arguedas inmortalizó en sus ficciones y paseamos por su tranquila plaza. Nos proveímos de frutas en el mercado del pueblo y luego compramos en una panadería  decenas de delicioso pan serrano recién salido del horno.

Lástima que el tiempo no nos diera para conocer más de Abancay y sus alrededores. Me quedé con las ansias de conocer la piedra de Saihuite y el Santuario Nacional de Ampay, pero las cosas no pasan por las puras, así que estoy seguro que el hecho de no haber podido estar allí significa un buen pretexto para volver. Desde aquí un bus, que habíamos contratado con anterioridad, nos condujo hasta nuestro próximo destino...

CACHORA (2900 msnm)

Pueblo que sería nuestro punto de partida para la caminata. Las primeros grupos de turistas que han empezado a llegar, curiosos por adentrarse en los misterios de Choquequirao, han hecho que aparezcan en el pueblo todos los servicios necesarios que cualquier villorrio serrano quisiera tener. Hay buenos hoteles y restaurantes. Es recomendable ir a su tranquila plaza, donde un inmenso y añejo Pisonay le da al ambiente un toque de melancolía cuando deja caer sobre los suelos sus crujientes hojas.



DIA 1

El viernes 14 de abril, nos despertamos muy temprano y desde las ventanas de mi habitación pude contemplar extasiado la impresionante cordillera de Vilcabamba. Los arrieros, quienes serían nuestros fieles compañeros de viaje, iban arreglando sus monturas y calculando el peso de nuestras inmensas mochilas para ponerlas en los lomos de los caballos y burros.

Las chicas que formaron parte de mi grupo contrataron un arriero, el señor Zacarías, para que las lleve, por turnos, en su mula. Iniciamos la caminata, con dirección al norte, por un buen camino peatonal que se abre paso entre los verdes campos devorados por la niebla, un paisaje que se repetiría hasta que llegamos al abra de Capuliyoc (2955 msnm) donde hay un mirador y se inicia el descenso hacia las profundidades del cañón del río Apurimac. Vertiginosa bajada que a decir verdad se hace a tientas ya que lo único que se adivina que hay detrás de la espesura de la neblina es un gran abismo en cuyo fondo ruge portentoso el río.



Aldabas del centro de Lima

viernes, 25 de marzo de 2011


Lima más que una ciudad es un universo. Un rincón del extremo occidente que no se caracteriza precisamente por su homogeneidad. Allí prima la mezcla, la fusión, la reinvención. Pero la combinación de fuerzas extremas y distintas que la hacen una cosa peculiar no es algo reciente. Desde la llegada de los españoles  al valle del Rimac, donde otrora gobernara el cacique Taulichusco,  y la fundación de la ciudad como capital del virreinato del Perú, Lima ha sido una especie de tapiz infinito en el que se varias razas y costumbres fueron acoplándose como retazos de un todo. Los españoles que se encontraron con los nativos, los negros que vinieron como esclavos, los chinos que los reemplazaron y más tarde los japoneses. Y allí no acaba la cosa, los europeos pusieron su cuota al venir a sembrar sus sueños de inmigrantes y a cosechar fortuna en un país recién nacido.  Y desde allí hasta el siglo pasado en que medio Perú se vino a Lima y la mezcla siguió su curso: andinos, selváticos, sureños, norteños, y un largo etcétera.

Sin embargo entre todos estos grupos e influencias muchos olvidan contar a la presencia de la cultura árabe en el espíritu de la ciudad.  Pues sí, los hijos de Alá también pusieron lo suyo para darle sentido y forma a esta babel interminable: basta con ver los balcones limeños o los techos artesonados de los conventos e iglesias. Pero esta vez quisiera traer tu atención a un detalle insignificante y que pasa desapercibido por muchos pero que es otra evidencia de la ascendencia mora en el carácter de la Lima de antaño.

Hablo de las aldabas. Aquellos pequeños adornos utilitarios que cuelgan en las puertas de los edificios más emblemáticos de la ciudad y nos hablan de un tiempo en que más que un adorno eran un símbolo de poder. Se considera a los árabes sus creadores y los que se encargaron de llevarlo a la España conquistada y desde allí estos ornamentos dieron el salto hasta las casonas de Lima. También fueron utilizados en la Edad Media, cosa que se puede comprobar al ver las puertas de castillos y de muchas de las catedrales españolas y francesas de aquella época. Las casas de los notables españoles tenían en sus puertas aldabas de las más variadas y hermosas formas, de hecho el dicho hispano  “tener buenas aldabas” hacía alusión a ser parte de una familia privilegiada. 

Si al visitar Lima te das un largo paseo por el centro histórico de la ciudad y estás atento o atenta cada vez que pases por la portada principal de una vieja casona colonial seguro que te encontrarás con un bonito ejemplar. Míralos, aprécialos y si quieres tómales una foto; será un precioso recuerdo de una ciudad que te puede sorprender, para bien o para mal, hasta en sus más pequeños detalles.

Pablo


La mano de Fátima, símbolo islámico que representa la mano de la hija de Mahoma.



Otro Cusco, al sur del sur - 2: Huaro, Urcos, Racchi

martes, 22 de marzo de 2011


HUARO: INFIERNO EN LOS ANDES... "¿EL CODIGO ESCALANTE?"

Salimos de nuevo a la carretera y tomamos una combi siempre con rumbo al sur. Por un sol en unos minutos nos dejaron en la entrada del pueblo de Huaro, en donde se dice residían los hechiceros y curanderos en tiempos del Incario y que prestaron servicios al Qoricancha, el templo más importante en el Estado Inca, localizado en el Cusco.

Había leído sobre un templo misterioso, perdido al sur del Cuzco, en cuyos murales se podían encontrar imágenes fascinantes que lo hacían un verdadero prodigio del arte mural en el Perú y que fueron pintadas por Tadeo Escalante. Desde entonces siempre quise conocerlo y tratar de entender su misterio. Pero no me esperaba encontrar con algo que sobrepasaría mis expectativas...

Al llegar a la plaza de Huaro un señor nos dijo que la iglesia casi nunca se abre pero que si alguien quisiera entrar debía buscar al "ecónomo" que es como se conoce al encargado de custodiar las llaves del templo. Preguntamos por su casa y poco a poco dimos con él. El señor estaba algo ocupado pero insistí tanto que al final aceptó. Nos llevó hasta la iglesia contándonos un poco sobre lo que veríamos.

Sacó de un bolso unas llaves inmensas, del tamaño de un martillo que tenían una fecha inscrita: 1746. Abrió la puerta, motas de polvo se traslucían en los rayos de luz que entraban en la iglesia desde sabe Dios hace cuánto. Traté de acostumbrar mis ojos a la oscuridad y una vez dentro del sotocoro empecé a reconocer todo aquello que nos rodeaba. Al principio fue el silencio, luego la única palabra que atiné a decir y que no se condecía con mi ateísmo fue: "Dios, dios, dios".

Iglesia de HUARO. Cusco - Perú.
Iglesia de HUARO. Cusco - Perú.

Seis grandiosas pinturas nos envolvían imponiéndose como un inmenso mundo pictórico donde palpitaba una realidad siniestra y terrible que se reflejaba en imágenes dantescas: EL ARBOL DE LA VIDA, LAS DOS MUERTES, LAS POSTRIMERIAS y EL INFIERNO.

Otro Cusco, al sur del sur - 1: Tipon, Pikillacta y Andahuaylillas.

sábado, 19 de marzo de 2011



Cuando el viajero llega al Cuzco lo primero que se le ofrece, aparte del consabido tour de un día a Machu Picchu, es la visita a los pueblos del “Valle Sagrado de los Incas”. Por este valle, ubicado al noreste de la ciudad inca, discurre el río Urubamba a cuyas orillas uno se puede encontrar pueblos de una belleza que no se discute: Pisac, Ollantaytambo, Urubamba, etc. Pero siendo un río tan grande y con tanta historia (según la leyenda sus aguas guiaron a Manco Capac y Mama Ocllo desde la región del lago Titicaca hasta donde fundarían el Cusco) imaginábamos que habrían mucho más lugares al sur del Cusco, es decir yendo en dirección hacia Puno a la inversa de los fundadores incas, donde el río cambia de nombre a Vilcanota.  Así que ahí fuimos un poco a tientas porque dicen que uno llega más lejos cuando no sabe adónde va.

Plaza de Armas del Cusco. Perú
Como conté en el post anterior, al terminar la fiesta del Corpus Christi, nos fuimos con mis amigos a uno de los excelentes bares cuzqueños y nació la idea de ir al “sur del sur”. El plan era recorrer las orillas del Vilcanota y ver qué podríamos hallar en el camino por lo que nos encontramos en la Avenida de la Cultura los "exploradores", compramos algo para comer (y beber) y nos subimos en un taxi que por llevarnos hasta nuestra primera parada nos cobraría 40 soles.

TIPON : MADRE AGUA

Pasamos por pueblos como San Sabastián, San Jerónimo y Saylla (días antes habíamos comido allí unos chicharrones que fueron los mejores de toda mi vida) y Huasao (famoso por ser pueblo de brujos) hasta llegar a el kilómetro 20 de la carretera Cusco-Puno. Nos apeamos del carro y empezamos una subida de 4 kilómetros, cruzando el riachuelo  Watanay, hasta llegar a un claro en medio de un bosque de eucaliptos donde plantamos las carpas. En el Perú es casi nula la existencia de lugares oficiales para acampar por lo que a diferencia de muchos países aquí se puede acampar en casi cualquier sitio. Es obvio que hay que tomar algunas precauciones como no acampar cerca a ciudades o puertos, si es que hay una casa cercana acercarse a pedir permiso (¡teniendo cuidado con el perro!) además de preguntar sobre la seguridad del lugar y tratar de no dejar desperdicios para que así los comuneros no vean con malos ojos a los futuros viajeros que dedican acampar cerca a sus territorios.

Tipón. Cusco - Perú.

La fiesta del Corpus Christi en el Cuzco

jueves, 17 de marzo de 2011

 Todos deberían estar alguna vez en sus vidas en una fiesta como ésta, pienso mientras estoy perdido en medio de este laberinto de colores en que se convierte la plaza de armas del Cuzco en plena celebración del Corpus Christi, la cual debe ser una de las más apoteósicas celebraciones religiosas en el Perú junto a la Semana Santa ayacuchana, la Fiesta de la Mamacha Candelaria en Puno y el Qoyllur Ritti, también en Cuzco, por nombrar a sólo cuatro de los cientos.


Y ¿cómo es que esta fiesta de nombre latín y netamente medieval se traslada a los andes? Al llegar los españoles al Cusco se escandalizaron cuando vieron en sus fiestas a los nativos sacar en procesión a los mallquis (momias) por lo que decidieron reemplazarlos con imágenes sagradas del catolicismo. Pero la estrategia no fue tan efectiva ya que los andinos infiltraron sus danzas, costumbres y cosmovisión en el ritual cristiano y les atribuyeron a los santos católicos las cualidades que tenían sus dioses. Así la Virgen María, que los andinos fueron obligados a adorar, en realidad era la "Pacha Mama"; Jesucristo ocultaba al Sol y Santiago Apóstol no era sino el "Illapa" o Rayo. Desde entonces toda esta mixtura hizo de esta fiesta una celebración mitad occidental y mitad andina y es, hasta ahora, una muestra de sincretismo entre el viejo y el nuevo mundo, un resumen de lo que es una parte del Perú de hoy.

LA FIESTA

Había sido una noche bastante loca (qué noche no lo es el Cuzco) y me desperté al oír el eco de los cohetes reventando y los ladridos de los perros respondiéndoles. Mi hospedaje "Corilazos de Oro" (Calle Ataud, vaya nombrecito, que sube al lado de la Catedral) era bastante simple aunque suficientemente confortable. Allí sólo se aceptaban como huéspedes a extranjeros pero como la dueña era paisana de un amigo me permitió hospedarme allí y ¡gratis! Lo interesante de este lugar es que ha sido construido sobre muros incas originales por lo que todos los días dormía al lado de un mural, así de paso me cargaba de energía.



Una ducha y a la calle. Había quedado en encontrarme con mis amigos en la puerta del café Ayllu (que entonces estaba en la Plaza de Armas del Cuzco, hoy ha sido removida a otra calle cercana) por lo que hacía allí fui y para mi sorpresa la celebración ya había empezado. En la plaza una gran multitud de gente esperaba entusiasmada la salida de los santos que “dormían” en la Catedral mientras que el olor del incienso se esparcía cubriéndolo todo como una inmensa manta que hubiera caído desde el cielo serrano.

Era jueves, día principal del Corpus, pero en realidad la celebración empieza un día antes cuando en sus respectivas parroquias los santos de los 15 barrios participantes en esta festividad son vestidos con sus mejores atavíos para ir bien presentables a la plaza mayor y lucirse frente a los demás en la conocida "Entrada". Las imágenes de santos y vírgenes son depositadas en la Catedral para "dormir"... hasta el día siguiente en que son sacados en procesión. Dicen que alguna vez ha habido alguna carrera entre San Sebastián y San Jerónimo tratando de entrar el primero en la plaza y que por el apuro, y las cervezas que se habían tomado los cargadores, la imagen de alguno de los santos ha terminado por los suelos.

En la catedral terminó el Te-Deum y salió, llevada sobre un vehículo motorizado, una impresionante carroza de plata (de 1733), que llevaba dentro el “cuerpo de Cristo”, detrás de la cual caminaban el Arzobispo y las autoridades de la ciudad. Los repiques de la campana llamada la María Angola, considerada la más grande del Perú, parecían truenos de sonidos metálicos que se extendían por todo los confines de la ciudad. Después de dar una vuelta entera a la plaza, la carroza es devuelta a la catedral; luego el Arzobispo da la bendición a la gente. Así termina la ceremonia oficial. Ahora... que empiece la fiesta popular.

Los santos y vírgenes bajan del atrio y empieza el desfile multicolor con una multitud que los sigue devotamente. Allí van San Antonio, San Jerónimo, San Cristóbal, San Sebastián, Santa Bárbara; Santa Ana, Santiago Apóstol, San Blas, San Pedro, San José, La Virgen de la Natividad, La Virgen de los Remedios, La Virgen Purificada, La Virgen de Belén y La Virgen de la Inmaculada (llamada "La Linda"). Cada uno porta unos vestidos esplendorosos, de una fineza increíble y joyas obsequiadas por sus fieles. Han sido sacados a la calle, como quien saca a un niño mimado: vestiditos, relucientes, limpios. Recorren la plaza, como antes lo hicieron las momias de los incas, en increíbles andas hechas de metales preciosos cuyo peso es enorme y exige de los cargadores un gran esfuerzo físico y de coordinación para que el paso se dé con la mayor estabilidad posible. 




Lima en domingo: Danza la raza

lunes, 14 de marzo de 2011

Lima ha sido por mucho tiempo considerada por los viajeros como un lugar de paso hacia otros lugares asumidos como más “típicamente peruanos”. La idea no es del todo errónea ya que en el pasado la capital solía estar divorciada del resto del país, con los ojos más bien puestos en París y Londres y negando la impronta nativa de una parte de la cultura peruana que latía en los extramuros de la capital. Pero desde que en los años 50 del siglo pasado se iniciara la inmigración masiva de los provincianos, que desde distintas partes del Perú vinieron a Lima empujados por la pobreza y otras calamidades, la ciudad cambió su faz y ahora se podría decir que el Perú está en Lima. Es más, hay gente que dice que Lima es la “ciudad provinciana más grande del Perú”.

Esta gente no vino sola, sino que también trajeron sus modos de vida, su música, danzas y demás tradiciones las cuales si bien eran vistas con cierto desprecio por los limeños de entonces, con el correr de los años se han impuesto como una parte esencial del espíritu de la capital y hoy toman las calles de la otrora ciudad señorial y le dan un toque multicolor y festivo que la alegran, la hacen distinta, más vivaz.

La recomendación es esta. Si estás de visita por Lima anda un domingo al centro histórico ya que el lugar está más tranquilo. Caminando por esas calles con un poco de suerte encontrarás alguna procesión o festividad en donde participarán los inmigrantes de provincias o sus hijos (los nuevo limeños, entre los que estoy yo) danzando con sus ropas coloridas y al son de los ritmos andinos o selváticos y te sentirás como si estuvieras en las orillas del lago Titicaca viendo el desfile de la Mamacha Candelaria o quién sabe en una mini celebración que rememora a la fastuosa fiesta del Corpus Christi de Cuzco. Estas fotos te mostrarán que es así y que como ya te dije antes, las provincias peruanas están en Lima, esta ciudad es el caleidoscopio perfecto desde podrás tener una mirada general de este país llamado Perú.






Surco, Songos y Linday: Entre cataratas y Pedradas

viernes, 11 de marzo de 2011

A mi grupo de amigas y amigos de la facultad nunca nos faltaba un pretexto para hacer las mochilas y salir a caminar, así que esta vez escogimos dejar el caos limeño para en solo 2 horas estar en medio de cataratas y serranías y hacer lo que más nos gustaba: vivir.


SURCO Y CANTAHUAYCHO: CUANDO LA AVENTURA LLAMA


Contratamos una coaster (mini bus) que en 2 horas nos llevó desde Barranco (distrito del sur limeño) hasta el pueblo de San Jerónimo de Surco (Km 67 de la carretera Central, 2065msnm, provincia de Huarochirí) donde al llegar tuvimos una pequeña reunión con el alcalde de aquél pueblo quien nos dio la bienvenida y nos pidió que como profesionales del turismo ayudemos a promover la imagen del lugar. Si bien Surco no tiene grandes atractivos, a excepción de una Iglesia con bonitos interiores y que a su vez tiene una torre Colonial, el resto de la villa, aunque inspira tranquilidad, tiene mucho cemento alrededor y casas que carecen de la típica gracia andina. Los atractivos, sin embargo, están fuera del pueblo.

Llegando a Surco
Conversación en la plaza de Surco con el entonces Alcalde Cotera.
Iglesia de Surco

La historia cuenta que Surco era parte de los ayllus (pueblos pre colombinos) de Huaranga Picoy, cosa que debe ser cierta pues la cantidad de restos arqueológicos que hay a su alrededor es apabullante. Otro motivo para caminar por sus anexos es la hermosa naturaleza que lo rodea: grandes y numerosas cataratas; campos y muchos senderos por donde darle rienda suelta a las ganas de caminar.

La idea era hacer la caminata Surco – Ruinas de Cantahuaycho – Santa Rosa de Linday – Songos. Usualmente los caminantes que se aventuran por estas tierras hacen esta ruta pero a la inversa: es decir empiezan en Songos, kilómetro 63 de la carretera central, suben hasta  Linday y algunos se animan a continuar la subida hasta las ruinas de Cantahuaycho. Nosotros queríamos unir todos estos lugares en una sola caminata y para eso contábamos con don Felipe quien nos iba a guiar desde la misma plaza de Surco. Así, después de despedirnos del alcalde, cruzamos la carretera central e iniciamos la subida hacia las ruinas de Cantahuaycho por la ladera de un cerro.  A casi 40 minutos de haber empezado el ascenso ya teníamos a nuestros pies una buena vista del valle del Rimac y de Surco y a los pocos minutos encontramos la primera catarata, cuyo nombre ahora no recuerdo pero que por ser época de lluvias, caía con una fuerza descomunal. Cruzamos un puentecito de madera y seguimos el ascenso hasta llegar a unos bosquecillos. 20 minutos después encontramos por fin nuestra primera parada: los bien conservados restos pre incas de Cantahuaycho,  del siglo XII d.C. aproximadamente. Aquí encontramos también algunas rocas con formas bastante misteriosas; algunos de los chicos veían en las siluetas de las piedras imágenes de zorros; otros águilas y no faltó quien vio un cóndor. Yo vi el perfil de un inca. Como ves un lugar en donde las caprichosas formas de las rocas te hacen ver lo que quieras.

Iniciando la subida a Cantahuaycho, al fondo se ve Surco.

Las Lomas de Lachay, otro milagro verde en el desierto

lunes, 7 de marzo de 2011




Ya había contado en un post anterior sobre LAS LOMAS y su aparición como un milagro verde en medio del extenso desierto peruano. Bueno, este es un relato sobre la primera vez que iba a ser testigo de este prodigio por ende no imaginaba lo que me esperaría. Ojalá les contagie las ganas de tomar la mochila y la carpa para ir a esta maravilla de lugar…

Habíamos salido de Lima hacia el norte chico y luego de alejarnos 105 kilómetros de la capital, durante poco más de una hora, el chofer nos avisó que habíamos llegado al sitio donde empieza el camino hacia la entrada de la Reserva Nacional Lomas de Lachay. El bus continuaría su camino hacia Huacho, más al norte.

Así que de pronto estábamos en medio del desierto y lo único que nos daba la certeza de que llegaríamos a las Lomas era un aviso pintado en azul, sobre una pared desconchada: A LAS LOMAS DE LACHAY. Un momentito, pensé, yo he leído sobre este sitio y he visto fotos impresionantes: mucho verdor, mucha neblina; no me vengan ahora con esto de estar en un desierto pedregoso donde el silencio es tal que hasta se puede sentir el veloz reptar de las lagartijas camufladas en el color arena del suelo. ¿Es que por este camino sin vida se llega a alguna parte? Ok, ok, mejor no quejarse y dejemos que el Perú nos vuelva a sorprender. Entonces vamos que no hay mejor forma de conocer este país que caminándolo.

Al rato notamos un tímido verdor que empezaba a manifestarse en el interminable tapiz del desierto. Vaya, vaya, parece que vamos por buen camino. Seguimos en la charla y ya después de una hora el cambio es notorio. La arena cede paso a un frágil verdor y la sospecha de que se está saliendo de una dimensión estéril para sumergirse en una fértil es evidente.




En el Tren Macho hacia Huancavelica

martes, 1 de marzo de 2011

Sentado al atardecer en una de las bancas de la bonita plaza de armas de Huancavelica, contemplo la delicada luz del sol alumbrando las estrechas calles; a mi lado dos ancianos hablan un quechua dulce y pausado mientras que los niños corren y se esconden detrás de la fuente. Las ramas de los árboles se mecen sosegadamente y se extienden altos, como si quisieran abrazar el cielo. Percibo hasta el mínimo sonido, lo puedo oír todo. ¿Cómo es posible esto en la plaza principal de una capital? ¿Dónde estuve vagando todo este tiempo sin conocer este lugar donde el tiempo parece caminar con pies pesados, deshojarse levemente…?





PREVIOS: HUANCAYO / EL CONVENTO DE OCOPA

Para llegar a Huancavelica hay dos maneras: en bus, en un viaje largo y que por tramos es muy duro debido a la falta de mantenimiento de la carretera Huancayo – Huancavelica; o en tren desde Huancayo, esta última opción es altamente recomendable, toda una experiencia.

Yo llegué en bus a Huancayo donde aproveché el día para conocer algo de la ciudad, en realidad muy poco, e irme al Convento de Ocopa (del quechua “ucupi” que es “dentro”), que fue fundada en el siglo XVIII como misión franciscana para el adoctrinamiento de las tribus de la ceja de selva de Junín. Es muy fácil llegar, unas combis te llevan hasta allí en poco más de media hora desde Huancayo. Caminar dentro del Convento es como perderse en una especie de gran retablo ayacuchano ya que las paredes, los techos y los arcos están primorosamente pintados. Además, la biblioteca, el museo de historia natural de la selva y los silenciosos claustros son algo digno de verse.






ALLI VAMOS...

En el Perú no hay costumbre de viajar en tren ya que casi no existen y los únicos que hay están en Cuzco con precios siderales debido a que se usan sobre todo para movilizar turistas. Por eso es una buena opción tomar el famoso “Tren Macho” para llegar a Huancavelica, con un pasaje que no pasa los 9 o 13 soles, dependiendo del tipo de vagón en el que vayas. Es conocida la explicación del nombrecito de marras con el que se conoce a este tren: sale cuando quiere y llega cuando puede. 

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