Lima 3: El Rimac

sábado, 26 de febrero de 2011

Hay un lugar que entre muchas cosas tiene la capilla más pequeña del mundo, impresionantes casonas coloniales, una inmensa alameda adornada con esculturas de mármol de Carrara, viejas iglesias adonde van las mujeres a pedir el milagro de la fertilización, un hermoso y gran convento y hasta una enorme plaza de toros, que la tercera más grande del planeta, pero a donde nadie, o casi nadie, va.

Se llama el Rimac y aunque no lo creas está a unos minutos de la Plaza Mayor de Lima, justo donde vive el Presidente del Perú. Muchos dirían que ir allí es hacer deporte de aventura o alto riesgo en la misma ciudad y debe ser por eso que una visita a ese histórico lugar apenas se sugiere en los blogs o guías de viaje. Ni los mismos limeños se dan un tiempo para visitarlo por su fama de barrio bravo, “achorado” y caótico. Pero como todo, con tino y yendo en horas apropiadas seguro que la visita será gratificante como lo fue para mí y para mi esposa.

Si piensas visitarlo recomiendo ir acompañado, con lo justo y lo necesario, en horas de la mañana, eso sí evitar ir si estás visitando Lima en fechas previas a la navidad (en realidad toda Lima se pone peligrosa en navidad) o en los carnavales. Para llegar hay 2 opciones: en taxi desde la Plaza Mayor, por 5 o 7 soles, hasta el Convento de los Descalzos; o a pie como lo hicimos nosotros. 

Un domingo en la mañana sería un día perfecto para ir por allí ya que no hay mucha gente, las iglesias están abiertas y hay algo más de calma aunque a partir del mediodía y en la tarde los comercios abrirán sus puertas y la bulla que harán los parlantes de los vendedores de cedes piratas espantará cualquier concentración.

Para ir caminado hay que cruzar el famoso Puente de Piedra (Puente Trujillo) que está a la espalda del Palacio de Gobierno y que cruza el río que le da nombre al distrito. El Rimac empieza justo al otro lado. Aprovecho para decir que el nombre de Lima aparentemente viene de la voz Limac que es una corrupción de la palabra quechua Rimac que significa “el que habla” por lo que se le conoce al río como el “hablador”.

Pues bien, cruzando el puente empieza el jirón Trujillo que gracias a un proyecto de recuperación ahora es peatonal; se ha remodelado el suelo y las casas tienen las fachadas pintadas y limpias. Allí nomás, a la izquierda, embutida entre edificios más altos que su torre, está la capilla "Nuestra Señora del Rosario", también llamada “Capillita del Puente” y que se considera la más pequeña del mundo (cosa que no puedo confirmar) ya que sus dimensiones son de 5 m. de ancho, 12 de largo y 10 de alto. Dentro solo caben una fila de bancas largas y unos cuantos feligreses. Sorprende ver también en una de sus paredes la cantidad de placas de agradecimiento a San Judas Tadeo por algún milagro concedido. Sí que es dadivoso el santo; los que no lo son tanto son alguno que otro ladrón que ha entrado a la misma capilla tratando de llevarse algo de los feligreses; de nuevo, lo importante es la hora en que visites el lugar y estar siempre atentos. 

Capilla Nuestra Señora del Rosario, considerada la más pequeña del mundo.



Jirón Trujillo

Tupe: ¿Quién dijo que todo está perdido?

martes, 22 de febrero de 2011


Crónica sobre un viaje a Tupe en el año 2007, adonde fui con los muchachos de Regalemos una Sonrisa por la campaña navideña de ése año en que el pueblo fue muy afectado por el terremoto.

Para Carmen Paola, pequeña lucecita que alumbra el mundo.



EL DIA DE LAS SOMBRAS

El 15 de agosto del 2007 la tierra tembló con tal intensidad que el 85 % de casas de Tupe quedaron inhabitables. Al terminar aquel día los tupinos se encontraron con una dura realidad: ahora eran más pobres que antes, que siempre. Los movimientos sísmicos continuaron por una semana más y con ellos vinieron los vientos huracanados que se llevaron las tejas metálicas de las casas.

Al ser un pueblo al que sólo se llega caminando la ayuda que se recibía era escasa. Un niño falleció al caerle encima una pared y al quedar incomunicados no pudieron llevarlo a ningún lugar ni podían traer un cajón. Una mujer fue mal herida y con suerte pudieron llevarla a Lima y allí murió. Desde aquella noche familias enteras tuvieron que pernoctar en la plaza, los niños trataban de dormir en el mismo círculo de cemento donde antes jugaban con el amiguito difunto y cuyo cuerpo reposaba a unos metros más allá, a la espera de un cajón. Convocados por la agrupación REGALEMOS UNA SONRISA, quienes gentilmente me permitieron participar en su octava campaña de navidad, fuimos a Tupe con la intención de arrancar cuantas sonrisas fueran posibles de los rostros de sus niños.

TUPE

Situado en las alturas de la provincia de Yauyos, sierra de Lima, éste es un pueblo peculiar, distinto a los que he visitado. Pero ¿qué lo hace diferente? Para empezar es el último bastión de un idioma milenario: el jaqaru, con una antigüedad aproximada de dos mil años, lo que lo haría más antiguo que el quechua (la lingua franca inca) y el aymara (que se habla en la zona del lago Titicaca). La vestimenta que portan sus mujeres es irrepetible en todo el país y el sentido de comunidad y trabajo en grupo aún sigue rigiendo notoriamente la vida de sus habitantes. Lo que lo iguala a mucho los pueblos situados en la sierra del Perú es la pobreza y el atraso en el que su gente vive desde que tienen memoria.

Llegar a este pueblo es complicado. Hay que salir al sur de Lima y ascender por el valle del río Cañete hasta Catahuasi. Hasta hace poco tiempo la caminata empezaba allí y llevaba entonces 6 horas de caminata en pendiente. Hoy hay un estrecho camino para carros que parece pender de los cerros mientras abajo se abren abismos inacabables. Esta vía sólo nos lleva hasta el poblado de Ayza y sus impresionantes andenes. Desde aquí empieza la caminata por un sendero polvoriento y pedregoso que asciende entre cataratas y acequias hasta Tupe. Se exige algo de esfuerzo durante las 2 horas de caminata, pero la fatiga se lleva bien cuando a nuestros ojos se presenta un paisaje de gran belleza bañado por el oro crepuscular del sol serrano. 




Pachacamac

sábado, 19 de febrero de 2011

La historia de Lima está muy ligada a Pachacamac. Los primeros habitantes de los valles capitalinos (Rimac, Lurin) que le fueron dando forma a una sociedad a la que se conoce como “Cultura Lima” (¿podríamos considerarles los primeros limeños?) construyeron aquí algunos de sus edificios y posiblemente vinieron en peregrinación. También anduvieron por sus templos y pirámides gente de otras culturas como los Incas, quienes dejaron algunas construcciones como señal de sus presencia; españoles en busca de tesoros y así hasta el día de hoy en que los habitantes de la Lima moderna han llegado hasta las murallas de Pachacamac y casi la arrasan en su insaciable búsqueda de territorio donde construir y al mismo tiempo destruir. 

Pachacamac es un sitio clásico en Lima. No hay agencia de viaje que no ofrezca un programa “full day” para visitarlo pero si lo quieres hacer por libre es fácil llegar. Quizás uno se canse de ver ruinas incas o pre incas en Perú por lo que  seguramente te preguntarás ¿Para qué visitar otra más? Primero para hacerse una idea de Lima pre hispánica ya que cuando se llega a Lima y se ven las iglesias, casonas y balcones muchos olvidan de que hubo una Lima antes de Lima la española, una que había desarrollado su propia cultura (anterior a los Waris e Incas) y cuyos vestigios podemos admirar en lugares como las huacas Pucllana, en Miraflores, o Huallamarca, en San Isidro, pero sobre todo en Pachacamac. También olvidamos que esta parte de la costa ya había sido integrada a la red de pueblos que formaban parte del estado Inca mucho antes de llegar a ser la capital del virreinato más grande de España. Pero sobre todo olvidamos que la cosmopolita, moderna y abigarrada Lima que hoy vemos está muy cerca de una de las ciudades más antiguas del mundo: Caral, la que fue construida al mismo tiempo que en Egipto y Medio Oriente se levantaban otras ciudades y civilizaciones. Entonces visitar la Lima pre hispánica es visitar las raíces mismas de la civilización.

Nosotros veníamos de nuestra caminata por las LOMAS DE LUCUMO y queríamos aprovechar para ver algo más por lo que estas ruinas se presentaron como una buena opción. De hecho recomiendo visitar ambos lugares en un mismo día, así se mezcla lo natural con lo arqueológico y la visita sale redonda. Al bajar de las lomas nos fuimos en mototaxi a Pachacamac Pueblo y desde allí tomamos una combi hacia las ruinas del mismo nombre. Preguntar a los cobradores de las combis si pasan por las “ruinas” y que te avisen al llegar, normalmente te cobran 1.50 soles. Te dejan en la vieja Panamericana Sur, en la misma entrada del Santuario. La entrada cuesta 2 soles para estudiantes y 6 para adulto. El horario es de martes a domingos de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. Se puede visitar el museo (gratuito), hay un pequeño restaurante y baños los cuales hay que usar allí porque durante el trayecto no hay ningún servicio. Si se va en verano es mejor llevar protección, el sitio es algo desértico.

Pachacamac, imagen de la página http://www.arqueologiadelperu.com.ar/index.html
Pachacamac fue un dios importante y muy respetado, tal es así que cuando los Incas llegan a este lugar lo aceptan como una deidad más en su panteón de dioses. Fue un oráculo al que se venía en busca de consejos y predicciones sobre el futuro y se decía que era el dios de los terremotos, si su furia era mucha las consecuencias podían ser devastadoras. También llegaron los españoles en busca de las muchas riquezas que se supone tenía este dios tan importante pero grande fue su decepción cuando encontraron a un ídolo hecho de madera con doble rostro que era adorado en una habitación mal oliente ubicada en la cima de un pirámide. Ahí nacen los mitos y leyendas: ¿dónde se quedó  todo ese oro y ofrendas que se ocultaron antes de la llegada de los barbados? Como se ve por este lugar han pasado todas las culturas y razas que han creado el Perú de hoy.

La visita se puede hacer en coche pero es mejor caminar (lleva 2 horas) así se depreda menos. Empezamos nuestra caminata en el “Conjunto de Adobitos”, construcción que debe ser de las primeras y seguramente perteneciente a la cultura Lima por el estilo arquitectónico conocido de librero ya que aparentan ser estantes llenos de libros. Luego se llega al Acllahuasi, casa de las mujeres escogidas, que es factura inca y que ha sido restaurada. 



Los artesanos de Ichimay - Wari

jueves, 17 de febrero de 2011

En el post anterior conté sobre mi vista a las Lomas de Lucumo, pues bien la primera vez que fui, en el 2008, aproveché para ir de paso a visitar un lugar más que interesante, aquí los datos... 

Si después de caminar por las LOMAS DE LUCUMO aún hay tiempo y ganas de no volver todavía a Lima recomiendo visitar el barrio de artesanos de Lurín. Para llegar hay que tomar en “el cruce” de la antigua Panamericana con la avenida Poblet uno de los buses que llevan hasta San Bartolo (1 sol) y bajarse en el paradero " La Cruz". Desde allí caminar 8 cuadras por la calle Independencia hasta la Loza Deportiva Sector 1 donde se ubica la Asociación de Artesanos Ichimay – Wari (estos son nombres de dos culturas pre – incas que dominaron la zona y tuvieron mucho respeto por el oráculo de Pachacamac).


Esta asociación reúne a varios maestros artesanos de todo el Perú que vinieron a Lima buscando mejores oportunidades o huyendo del terrorismo. Aquí se puede visitar el Eco Museo para observar "in situ" cómo es que estos artistas elaboran piezas del arte popular tan bonitas y hechas con tan buen gusto. Hay varios especialistas en retablos, cerámica, textiles, etc. Cuando fui estaba atendiendo don Alberto quien nos dijo que lamentablemente a esas horas (5 de la tarde) los artistas estaban haciendo arte pero con la pelota en la canchita del barrio y es que trabajan mucho toda la semana, merecido relax. Igual, no invitó a entrar a la tienda QORI MAKI (Mano de oro en quecgua) para ver todas las piezas terminadas de los maestros: angelitos, retablos, iglesias, bolsas, bolsones, tapices y todo lo que una imaginación tan luminosa como la de estos artistas pueda crear. Así que están invitados. 


Las lomas de Lucumo: un milagro verde en Lima

martes, 15 de febrero de 2011



El 6 de enero de 1535, Ruy Díaz, Juan Tello de Guzmán y Alonso Martín de don Benito partían desde el santuario de Pachacamac, en el valle del río Lurín, comisionados por Francisco Pizarro, hacia el norte. El fin: encontrar un buen lugar donde fundar la capital del futuro virreinato del Perú. Así, llegaron hasta el valle del río Rimac ("el hablador") y encontraron el Valle de las Pirámides, el mayor de todos los conocidos en la costa. Escogieron ese lugar para fundar Lima, la futura gran capital del virreinato, por encontrarla llena de todas las bondades que se necesitaban: "buen viento, buena agua, buena hierba, buenos bosques".

En setiembre del 2010, nosotros hacíamos  el camino inverso: desde el valle del Rímac hacia el valle de Lurín y no precisamente por querer buscar un lugar para fundar una ciudad sino más bien para huir de la que ya se había fundado y con la esperanza de encontrar precisamente lo que aquí ya casi no hay: "buen viento, buena agua, buena hierba, buenos bosques".

GRIS

Los meses de invierno en Lima son para muchos interminables (Julio – Noviembre, más o menos). No es muy frío, no hay nieve ni nada por el estilo; el único fenómeno, a parte de los temblores, es la eterna llovizna cuyas gotitas caen incesantes sobre tu cara, como miríadas de mosquitos. Caen desde ese cielo sin cielo limeño, inmenso en su tono grisáceo, sin un solo destello que altere su plomiza homogeneidad. La neblina sube desde el mar, atraviesa los acantilados y como una serpiente transparente constriñe con su húmeda piel a la ciudad. La vida, en apariencia, pasa lenta y abúlica.

Foto del blog http://descubriendolima.blogspot.es/
Sin embargo, así como esta neblina hace posible que crezca esa melancolía tan típica en los corazones limeños permite también, y desde hace muchos miles de años, el milagro del verdor en medio del color arena interminable de las costas peruanas, uno de los desiertos más áridos del planeta, dicho sea de paso. Estos espacios verdes podrían ser consideradas como "oasis nacidos de las brumas": Las Lomas.

UN MILAGRO VERDE

Pero ¿cómo es que nacen estos bolsones de verdor? La gran Bárbara d´Achille dice: "Por efecto de la condensación de la neblina que viene del mar, la cual, llevada por los vientos alisios, asciende por las pendientes andinas. Al encontrase con las ráfagas que descienden de los altos picos, la capa de nubes descarga su humedad en el desierto" permitiendo de este modo que la vida sea posible en este lugar. Esta vegetación es estacionaria, es decir sólo podrán ver su esplendor si van entre Agosto y finales de Octubre, justo los meses más "grises" de la costa peruana. Si van en verano lo único que observarán es desierto, piedra y tierra.

Al tapizarse de ese verde delicado, estos cerros empiezan a llamar la presencia de pumas, guanacos, venados, palomas, picaflores, perdices, cardenales o turtupilínes y el pajarillo de pecho rojo y cresta negra, los cuales llegan hasta aquí atraídos por esa riqueza de alimento, si bien, efímera, no por ella menos ubérrima. Así, la vida llama a la vida.


Hubo un tiempo en que casi toda la costa peruana tenía abundancia de estos espacios que eran manejados racionalmente por quienes las habitaron desde los 5 a 4 mil AC. Se sabe que en estos lugares podían obtener una buena variedad de alimentos: plantas y animales a los que cazaban en los famosos "chacos", es decir, cercaban una zona e iban gritando y avanzando de a pocos para reducir el espacio hasta que podían coger los animales de manera muy fácil. Mataban a los machos, soltaban a las hembras y si eran vicuñas pues las esquilaban y las dejaban en libertad.

Pero lamentablemente las lomas sintieron el impacto en sus frágiles sistemas con la llegada de bestias de carga pesada y ganado caprino traídos por los conquistadores que sobrecargaron las posibilidades de pastoreo y por el uso frecuente que se hizo de estos espacios para adquirir leña y forraje (aún hasta hoy) lo cual casi los condena a la total extinción.

EL VALLE DE LURIN: EL ULTIMO PULMON DE LIMA

Lima es una ciudad "vegetariana": verdor que ve se la traga. Está cruzada por tres valles, dos de las cuales, el Rimac y el Chillón, están perdidas por la contaminación y la urbanización desmedida. Modernidad que le llaman. El último que aún nos queda en cuidados intensivos es el valle de Lurín que sin embargo ya ha sufrido los embates del "desarrollo" en más de un 16% de su territorio.

Si bien el valle es extenso y sólo su parte baja y media cuenta con caminos incas y casi 300 restos arqueológicos, grandes espacios para la práctica de la bicicleta de montaña, el parapente y el rapel, nos concentraremos sobre todo, en uno de sus mayores atractivos: Las lomas de Lúcumo. Para llegar allí  y apreciar todos sus encantos y misterios sólo es necesario un viaje de 45 minutos que nos permitirá apreciar cómo es que todo cambiará radicalmente; como sí uno se hubiera ido a otro mundo, a uno imposible de concebir en medio del desierto.

Para ello tomamos en la carretera Panamericana Sur (pasa por Miraflores a la altura del “puente Angamos”) uno de los buses de la ruta SM – 18 que van a San Bartolo, (3.50 soles) y que en 40 minutos, y luego de haber pasado cerca al famoso Santuario de Pachacamac (que luego conoceremos) y las no menos famosas chicharronerías de Lurín, te dejan en el cruce de la antigua Panamericana Sur con la avenida Paul Poblet (Paradero "Cruce"). Allí mismo salen las combis (también hay “colectivos) que por 1 sol te llevan en 10 minutos al bonito y tranquilo pueblo de Pachacamac (no confundir con las ruinas).

PACHACAMAC PUEBLO

Ya desde la época colonial este poblado era muy reconocido, el veedor de la colonia  Miguel de Estete dijo que "este pueblo de Pachacamac es gran cosa", refiriéndose a las grandes construcciones que en aquella época había. Hay que pasear por sus callecitas para experimentar la tranquilidad dominguera y olvidarse de que se está a menos de una hora de la gran urbe. En la plaza tienen una bonita pérgola de madera que la adorna y en uno de los lados está la iglesia de San Salvador que data del siglo XVIII, hecha en adobe, con bóveda de cañón corrido, de una sola nave y dos torres.




Lima 2: El Jirón de la Unión

martes, 8 de febrero de 2011

Dicen que dijo: “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, El Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo”, aunque no muchos están convencidos de que haya sido así. Pero otros sí le creen capaz de haberse despachado con una frase tan egocéntrica, ingeniosa y sobre todo veraz. Era Abraham Valdelomar, el escritor y dandy criollo que paseaba su figura por esa comarca que era Lima en los años 20 a 30 del siglo XX. Han pasado muchos años y creo que la frase sigue siendo tan veraz como lo fue en aquella época.
 
Decía yo que era una frase cierta porque para entonces, los años de la “Belle epoque” criolla, Lima era lo único que existía… para los limeños, claro. Para los capitalinos el resto del Perú era otro país, extraño, raro, bárbaro. Siempre había sido tal la incomunicación y el contraste que hasta Humboldt se animó a decir eso de que Lima está más lejos del Perú que de Londres. La vida cultural y social de la capital tenía como eje al Jirón de La Unión, calle larga que ha acompañado a la capital desde que fuera fundada.

Para mí caminar por esta calle era andar por un cementerio en donde sin embargo todo parecía estar vivo.  ¿Cómo que un cementerio donde palpita lo vivo? Sí, creo que es la mejor manera de definir al hecho de caminar entre los viejos esplendores de una Lima aristocrática que fue barrida pero que dejó como santo y seña de su vieja riqueza esos edificios tan vistosos que todavía se pueden ver. Y… ¿por qué fue barrida? Bueno, la vieja aristocracia limeña se mudó al sur al ver que las calles del centro eran tomadas por las olas de inmigrantes que desde los 50`s empezaron a llegar desde todas partes del país buscando la tierra prometida en la capital. Allí donde los viejos inquilinos dejaron sus hermosas casas entraron los nuevos invitados quienes al verse sumergidos en esta vorágine en donde no había espacio ni oportunidades para todos empezaron a buscarse la vida creando su propia subsistencia: comercio ambulante, comida, venta de animales, venta de ropa, venta de todo. Gente que salía a buscársela, como dicen en Perú, y tenían en la calle su centro de subsistencia y una de esas calles fue claro el Jirón.

La cosa ha cambiado mucho, en los años 90s se empezaron a recuperar las calles del centro y los comerciantes fueron desalojados. Sin embargo, aún es posible ver alguno que otro, sobre todo en la noche cuando las tiendas cierran y los policías municipales se han ido y sale a la luz otra Lima. La cosa está más ordenada aunque a veces parece un delirio, algo así como un "orden caótico", muy limeño.

Lo que ha quedado de ese abandono y ese nuevo uso que le dieron a esta calle los nuevos limeños es lo que ahora puedes ver: pequeños restaurantes, donde se venden pizzas de dudosa calidad, bien decorados con luces de neón y alguna foto de Pamela Anderson o Sylvester Stallone al lado de un edificio tan fantástico como la Casa Courret; o  la impresionante portada barroca de la Iglesia de La Merced en cuya entrada los vendedores de escapularios religiosos casi te obligaran a comprarles; pollerías al lado de palacios art decó y art noveau; tiendas de ropas baratas y museos; almacenes por departamentos en cuyas vidrieras ves lo último en televisores LED y demás tecnología y a unos pasos un ciego que con quejidos inentendibles pedirá una moneda.

En Lima está el Perú, claro que sí, porque todo el Perú se vino a Lima, a formar este coctel alucinante y explosivo que es ahora la población capitalina. De allí que sostenga que la frase de Valdelomar siga teniendo relevancia. Y aunque  la capital está ahora mejor conectada con el interior, aunque tampoco tanto, ya no debes irte por cada uno de las 25 provincias peruanas para que te hagas una idea global de lo que es el Perú, en Lima ya lo tienes y en el Jirón de la Unión está más vivo que nunca, aunque sobre la tumba de otra Lima, la desaparecida.  Sin embargo, no hay que renunciar a ver ese otro Perú fantástico que se expande entre los desiertos, las montañas y las selvas.

Si vas a viajar la capital peruana te recomiendo que visites esta calle y la camines de punta a punta. Así vas a tener la oportunidad de juntar dos de las plazas más bonitas del Centro (la Mayor y la San Martín) , ver las dos Limas (la que se fue y la de ahora) y, como ya dije, tener una idea de esta nueva sociedad peruana que ha ido tomando forma entre migración y esperanza. Así que si ya conociste la Plaza Mayor (en un post anterior escribí sobre ese lugar y sus alrededores, aquí) animante a caminar por el jirón o a “jironear” como decían los antiguos limeños. Hay mucha seguridad, aunque nunca falta algún experto ladrón que sepa sacarte la cartera sin que lo notes por lo que mejor lleva la cartera bien guardada, y la experiencia será enriquecedora y peculiar.  Aquí te doy unos puntos de referencia de esta calle para que les pongas atención para cuando visites Lima, o sea el Perú.  

Plaza Mayor de Lima. Perú
La calle, o el jirón, en verdad viene desde el puente Trujillo, que de cruzarlo te llevaría al barrio del Rimac del cual escribiré más adelante. El puente se ubica a espaldas del Palacio de Gobierno. Cruza por la entada (o salida, como se vea) del Correo y luego avanza por la Plaza Perú (donde otrora estaba el monumento a Pizarro) y pasa por los portales de la Municipalidad desde donde se puede ver la Plaza Mayor. Ahora entramos al jirón, es decir la parte peatonal, esa es la quinta cuadra.

JIRON DE LA UNION. LIMA - PERU.

JIRON DE LA UNION. LIMA - PERU.
En la cuadra 4, un edificio sobresale sobre todos los demás: La Casa Courret, donde tuviera su estudio el célebre fotógrafo francés a cuyas imágenes debemos el hecho de tener una idea de la Lima de fines del XIX y de principios del XX retratada en blanco y negro. En el estilo arquitectónico de esta casa se puede apreciar cierta influencia francesa (art nouveau), aunque otros dicen que es más bien ecléctico. A mí por momentos me daba que pensar en una escala humilde (muy humilde) en el movimiento que parecen tener los edificios de Gaudí. La parte baja está ahora ocupada por una tienda de ropa. Las ventanas de los balcones muestran el deterioro que ha sufrido este edificio: se han puesto cartones y maderas con muy mal gusto para cubrir la ausencia de vidrios. Pese a ello es uno de mis construcciones favoritas. 

CASA COURRET. JIRON DE LA UNION. LIMA - PERU.

LAGO TITICACA: AGUA DE LOS SUEÑOS

domingo, 6 de febrero de 2011

En el post anterior conté sobre mi experiencia en la impresionante FIESTA DE LA CANDELARIA, en la ciudad de Puno, luego de haber estado allí participando de la tan famosa celebración el viaje debía continuar a uno de los lugares más bellos que haya visto jamás...

Al día siguiente, martes, nos despertamos muy temprano pues debíamos estar en el puerto de Puno para tomar el bote que nos llevaría hacia las islas de los Uros, Amantaní y Taquile. Era hora de dejar la diversión desenfrenada para pasar a buscar el contacto directo con la gente nativa; para ir a reencontrarse con la naturaleza en uno de los lugares más espectaculares del planeta.

Hicimos las maletas y dejamos las más pesadas en la bodega del hotel. Una vez más desayunamos en el mercado. A las 06:30 am nos fuimos en una “combi” hacia el puerto. Un lugar grande y limpio; lo que está sucio, lamentablemente, son las orillas de lago: cubiertos por una manta verde a la que algunos llama “alverja”. Tomamos el bote que nos llevaría por ese mar interior que es el Titikaka, el lago navegable más alto del mundo (3808 m.s.n.m.), con una extensión de 8,300 km2.; que tiene 50 kilómetros promedio de ancho y una longitud de 195 kilómetros.

Íbamos a hacer la clásica visita a las islas. En Amantaní, previo paso por la isla de los Uros, nos iban a recibir en sus casas los pobladores por lo que tuvimos que comprar algunas cosas en el puerto para regalarles. La mayoría de veces se compra comida y es algo que se recomienda hacer pues es parte de una tradición, ellos saben agradecerlo y muy bien.


Extasiados contemplábamos los paisajes de ensueño que nos prodigaba el lago. Comprendí lo importante que fue para el hombre andino este lugar, tanto que la eligió en su cosmovisión como el punto de origen de su gran cultura; aunque claro, hay otros lagos en la sierra del Perú a los que muchos pueblos consideran su punto de origen también. Las lagunas, como las montañas, son consideradas huacas sagradas en la mitología andina. Pero además, el valor económico y comercial del lago es algo que se aprecia cuando se ven a los nativos de las islas ir hacia Puno a comercializar lo que obtienen al explotar la riqueza natural del Titicaca: peces, ranas y variedades de plantas.

Luego de una hora de viaje llegamos a una de las islas de los Uros. En la época de la colonia se definía “Uro” a todo aquel poblador muy pobre y que por lo mismo se veía obligado a vivir entre los matorrales del lago. Así se acostumbraron a vivir y a hacer de la totora su principal fuente de vida pues con ella, hasta ahora, construyen sus casas y se alimentan. Se dice que los pobladores de estas islas ya no son Uros originales sino Collas que se han ido a vivir a esos sitios aprovechando las bondades del turismo, sea como fuere hoy el nivel de vida de los Uros (o quienes sean) ha mejorado pues ya tienen escuelas y hasta pude ver algunos paneles solares entre sus chozas. Se dedican a la pesca, la agricultura y al comercio de artesanías. Las personas en la isla fueron muy amables y hasta jugaron un partido de voleyball con algunos de nosotros. Una señora me invito a comer totora: su sabor es soportable, no es ni desagradable ni delicioso. Hay que caminar con cuidado puesto uno se hunde y se balancea a cada paso, como si se estuviera ebrio. Algunos viajeros europeos me dijeron que esta experiencia (la de caminar sobre una isla flotante habitada) es algo que no lo habían visto en ninguna parte de planeta. Por lo que si uno quiere tener una experiencia única no hay que perderse la vista al gran Lago.








Luego nos llevaron en un gran bote hecho de redes de totora y que tenía en la proa una imagen como de los barcos vikingos, a una isla más grande donde pudimos entrar en un museo en la que vimos algunos animales disecados de la isla y los utensilios que usan en su diario vivir. Le dimos una propina al “capitán” y a una linda nena que se la pasó haciendo trenzas a las chicas.


 
AMANTANI

Volvimos a subir al bote para continuar viaje hacia la preciosa Amantaní, a la que llegamos luego de unas 3 horas de viaje. Los comuneros nos recibieron y nos ayudaron a subir por unas escaleras hasta una pequeña pampa donde nos presentamos. Era bello ver esas sonrisas tímidas y amistosas. Habló el jefe de la comunidad, nos dio la bienvenida y empezó la elección de la “familia”. Esto consiste en que cada familia manda un representante para recibir a los visitantes. Luego ese representante debe escoger a dos personas para alojarlos. 

A mi amiga Eliana y a mí nos acogió Luz Marina, una joven atenta, alegre y amigable quien nos condujo a su casa. Así nos dividimos todo el grupo y nos repartimos en tremenda isla. Por fin llegamos a la casa. Era muy bonita, de dos pisos con un huerto precioso que despedía un olor de ensueño, sumado a esto que tenía una vista inimaginable del lago, qué más se podía pedir. Uno piensa que el paraíso es un invento pero yo creo que es real y que es posible que esté en cualquier pueblo a la orilla del Titicaca. Luz nos presentó a su bebe y a su madre, tan amables como la chiquilla. Es decir, en mi familia iba a imponerse el matriarcado. Todas eran mujeres. Nos sonrieron dulcemente. Habría que ver si esta sonrisa la encontramos en la capital.


El cuarto era limpio, espacioso y con dos camas bien provistas de gruesas colchas. Desde las ventanas se podía ver el corral que estaba en el primer piso, lleno de animales; y volutas de humo que ascendía hasta nuestra ventana esparciendo el olor delicado de la leña. El plan era que a la 1 de la tarde todo el grupo de visitantes se reúna en el Estadio del pueblo, así que después de un delicioso almuerzo que nos sirvió puntualmente Luz, nos fuimos guiados por nuestra “pariente”. Las vistas desde el Estadio son descomunales, no resisten adjetivo, epíteto alguno. Hay que estar allí para entenderlo.



En el Estadio nos encontramos con los demás y ya reunidos nos fuimos en grupo hacia unas ruinas (el Pachatata) que están en la parte alta de la isla. La subida no es muy pesada, al contrario vale la pena porque desde allí se ve la parte posterior de la isla y uno puede extasiarse ante tremenda vista. Las palabras están de más. En estas ruinas los “Yatiris” (curanderos puneños) hacen una ceremonia en fechas especiales.



La visita a la isla incluye una noche de fiesta en el local comunal. Por eso a las 07 pm, Luz Marina subió a nuestra habitación para darnos la ropa con la que debíamos ir vestidos a la fiesta. Los hombres deben vestir “chullos” (gorra andina) y poncho y las chicas tienen que vestirse como las mujeres de las islas. Se les veían muy lindas con esas blusas adornadas de flores multicolores. Una vez vestidos, nuestra “pariente” nos llevó hacia la fiesta. Estaba lloviendo desde la tarde y los rayos aparecían de vez en cuando para llenar de una luz salvaje toda la oscuridad de la isla. La comunidad en la que estábamos no contaba con electricidad lo cual le dio a la estadía un sabor algo más “auténtico”, así nos alejaríamos un poco de tanta modernidad asfixiante.



Luz Marina se abría paso entre las sombras, sorprendentemente. Conocía el camino de memoria. Yo no hubiera llegado ni a la casa contigua. Llegamos al Local Comunal y algunos amigos ya habían llegado. La fiesta se ameniza con una orquesta de muchachos del lugar y las jovencitas suelen ser las más animadas porque son las que tienen la iniciativa para salir a bailar. Hicimos rondas, “trencito”, todos los pasos inimaginables. Se venden cerveza y bebidas pero a precio más caro. Con todo fue una noche maravillosa, definitivamente maravillosa e inolvidable.

Al día siguiente Luz Marina nos llevó el desayuno muy temprano. Abrí la puerta de la habitación para que Eliana y yo comamos viendo el lago. Le dije “Y pensar que en Grecia pagan millonadas por una vista como esta”… La puerta enmarcaba un pedazo del lago, que se extendía hasta el horizonte, sin fin. Un gallo cantaba a lo lejos, el delicado olor de la tierra aún húmeda después de una noche de lluvias llegaba desde algún lugar. Una balsa navegaba mansamente cerca de la orilla y los verdísimos andenes, donde la gente todavía cultiva sus productos, caían hasta el lago como una catarata salvaje. No era necesario hablar, ni tratar de explicar lo que se sentía, solo mirarse, solo experimentar y grabarse en el alma esa sensación indescriptible de paz inigualable, de tranquilidad irrepetible. Luz Marina nos llevó hasta el puerto y nos subimos a nuestra pequeña embarcación para continuar viaje ahora a la isla de Taquile.

TAQUILE

Taquile, que se encuentra en la parte aymara del lago pero que es habitada por gente que habla quechua, es una isla donde el sentido de comunidad y pertenencia está muy bien arraigada. Este sentido de grupo es con el que se gobierna, se comercia, se produce.

Una hora después de dejar la hermosa Amantaní llegamos al puerto de Taquile donde se lleva a cabo la experiencia más antigua de turismo comunitario en los andes. La gente también puede quedarse a dormir y a vivir con la gente por un día pero en mi opinión es Amataní un lugar más ideal para esto ya que aún no se siente allí la presencia constante (e inevitable) del turismo, al menos no en la escala en la que se da en Taquile.

Empezamos la subida hacia la plaza. Es un camino que lleva una media hora de recorrido (para otros más) ya que el camino asciende por las laderas de un cerro. Mientras tanto, en el trayecto uno se cruza con los taquileños vistiendo esas ropas tan originales y distintas a todo lo que he visto y con casas hechas de adobe y adornadas casi siempre con pequeños jardines pletóricos en rosas y arbustos. La entrada a la plaza es por un arco antiguo hecho de piedra que se ubica al lado de la Municipalidad. Luego nos recibe un feo edificio de lunas polarizadas; antojadizo delirio de modernidad a la que son afectos algunas autoridades de provincias.


La plaza es amplia y allí nos encontramos con otro grupo de turistas, a decir verdad, a mucha gente le parece que el turismo aquí es excesivo (50 mil visitantes por año, aproximadamente), para otros la cosa no es tan complicada. Los carnavales se celebran en todo el ande y Taquile no podía ser la excepción. Desde muchos sitios de la isla nos llegaban los sonidos de los sikuris, de los bombos, las zampoñas y los coehetes. A lo lejos, sobre los cerros, veríamos un grupo de danzantes bajar hacia la plaza. Por otra ladera vimos a otro grupo yéndose hacia otras partes de la isla. La isla estaba de fiesta. Contagiados por la celebración mis amigos y yo sacamos nuestras quenas, timbales, sonajas y todo aquello que hiciera bulla y nos pusimos a hacer “música” en la plaza también… perdón, hicimos “ruidismo”. Cantamos huaynos, bailamos, alguno sacó un balde con agua y mojó a una de las chicas. ¡Carnaval!





Entramos al “Local Comunal” donde se vende aquello que ha hecho famoso a esta isla: sus asombrosos tejidos. Toda la población se dedica al arte textil. Los niños empiezan a aprender los rudimentos de este arte desde los cuatro años y hasta antes. No es raro verlos jugar por la plaza mientras cargan las ruecas. Este aprendizaje temprano hace que cuando lleguen a la adultez puedan demostrar la maestría con la que se han hecho famosos a nivel internacional. Tal es así que el arte textil taquileño ha sido considerado, el 2005, como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Algunas prendas, como los chullos, sirven para expresar ciertas características de quienes lo portan. Por ejemplo, un chullo con la punta blanca indica que la persona es soltera o un chullo con orejeras avisa que el portador es una autoridad.

En el “Local Comunal” pudimos comprar chuspas (bolsas andinas), chalinas, chumpis (fajas) y hasta chullos. Cada pieza tiene inserta un papelito cuyo número pertenece a la familia que la ha hecho, por eso cuando uno compra una de estas cosas tiene la seguridad de que lo que ha pagado llegará a las manos de la misma familia. Aquí no existe intermediario alguno. Todo es para y por la comunidad.

Luego subimos al techo del local y desde allí tuvimos otras vistas muy bellas del lago. El hambre pintó, hay buenos restaurantes en la misma plaza pero como no teníamos mucho dinero caminamos por allí para ver qué encontrábamos. Por fin, pude conocer a una señora que vendía “anticucho de alpaca”: pedazos de carne de alpaca cocinados sobre una parrilla, incrustados en palitos de carrizo o de metal. Bien servido con una papa del tamaño de mi cabeza. Delicioso y baratísimo.



Esa noche volvimos a Puno donde nos quedaríamos a dormir una noche más y al día siguiente tomamos un bus ORMEÑO que venía desde La Paz. En verdad el bus estaba medio vacío y como vieron que éramos un grupo grande nos hicieron un buen precio y nos permitieron subir a completar los sitios que faltaban. Así que el viaje de regreso lo hicimos en un solo bus y con muy buenos servicios.

Y ahí vamos, cada vez que nos reunimos con mis amigos recordamos ese viaje como uno de los mejores. Cada experiencia, cada risa, cada ocurrencia la tenemos bien grabada en la memoria y la recordamos con cariño. Lo único que no podemos hacer es tratar de explicar la belleza del lago, en esos momentos, reina el silencio. Y es que en verdad, no hay palabras para definir este país de agua guarecida en la hermosa planicie puneña, sinceramente, no las hay.

Pablo

En la fiesta de la Mamacha Candelaria

jueves, 3 de febrero de 2011

La melancolía me ha llevado a recordar que estamos a inicios de febrero y que en Perú deben estar celebrando, a orillas del inmenso lago Titicaca, la increíble FIESTA DE LA MAMACHA CANDELARIA, la virgen patrona del altiplano andino peruano, y recordé la primera y única vez que estuve allí celebrando esa fiesta (aunque he estado varias veces más en Puno) hace ya unos 5 o 6 años...

RUMBO A PUNO

 Habíamos elegido Puno como destino para realizar el "viaje de estudio" y la idea era coincidir con la celebración. Mis compañeros habían salido un día antes para conocer Arequipa y yo les daría el alcance en Puno mismo. Por fin, el sábado tomé un bus de Cruz del Sur en el centro de Lima (12:00 p.m. - 46 soles, sin baño, es el más barato, ahora esta empresa tiene su terminal en la Avenida Javier Prado) que por fallas mecánicas salió con retraso. Por lo que salimos a la 1 y 45 pm, deteniéndonos en tres terminales más.

Cuando compré el pasaje el bus estaba casi repleto por lo que no me quedaba más opción que viajar en la última hilera, en el asiento que estaba pegado a la ventana y que no volvería a escoger ya que no les ponen nunca cortina así que no tenía como protegerme del sol. De todas formas, para apaciguar el calor abrí la ventana y me entró un chorro de agua que no supe si agradecer (por lo del calor) o maldecir (por el extraño olor que tenía), así que hice de tripas corazón.  Hay que saber que en Perú existe la costumbre de tirarse agua en carnavales; es algo extraño en un lugar como Lima que es un desierto y donde casi no hay agua; posiblemente los limeños seamos los únicos que nos damos ese tonto lujo.  Felizmente, en los último años la cosa ha mejorado porque el gobierno ha puesto cierta restricciones para frenar esa costumbre que a veces llegaba a límite de violencia. Me puse los audífonos y a dormir. Desperté alrededor de las 5 p.m. para contemplar las sinuosas dunas en los desiertos iqueños; los  pobladores de los caseríos pequeños miraban el raudo paso del bus, lo veían pasar como un acontecimiento.

A las 9 pm estábamos en Nazca, la ciudad de las afamadas líneas, y nos detuvimos para cenar en un restaurante de ruta, donde los mozos se ponen como locos cuando llega un bus y tienen que correr por todos sitios gritando los nombres de los platos. Finalmente el bus partió, pero lo malo es que partió sin mí!!! Me había demorado lavándome los dientes y cuando salí ya no estaba. En la carretera tomé un taxi y el conductor ya imaginaba mi lío. Dicen que estos problemas suelen suceder por lo que estos taxistas ya son duchas en la materia de alcanzar un bus a toda velocidad. Así que nuestro “Schumacher nazqueño” pudo cerrarle el paso al bus, detenerlo y por fin pude subir. Y ahora sí hacia delante...

A eso de las 5 y 45 am una voz en el parlante me despierta. Es un hombre que promociona unas hierbas y remedios naturales (que él mismo hace) y que, asegura, depuran la sangre, desaparecen manchas, resucitan a los muertos y bla, bla, bla. Ya estábamos en la subida hacia Arequipa. A las 6 y 45 am del domingo llegamos al terminal terrestre: limpia, ordenada, cómoda pese a los gritos de las personas que anunciaban la próxima salida de los buses. Pero ya quisiera Lima tener un terminal terrestre como éste. Compré un pasaje hacia Puno a 25 soles (dicen que en otras fechas es más barato) en la empresa San Cristóbal del Sur que me lo había recomendado un amigo. Consejo: mis amigos habían salido en la noche anterior (la del sábado) en la empresa J.U.L.S.A, y no fue una grata experiencia, el chofer y sus ayudantes querían meter gente en el medio, a lo cual mis amigos se opusieron y se ganaron un lío. Dicen que esa empresa suele hacer eso. Están advertidos.

Camino de Arequipa hacia Puno
Vista de los nevados a la altura de Patapampa, camino hacia Puno

A las 7 y 15 a.m. partimos, con otro vociferante vendedor a cuestas. Pegado a la ventana tenía una vista privilegiada del imponente Misti que me dejaba ver su cresta. A las 9 y 40 paramos en medio de una hermosa y fría meseta. Bajamos a comer un peruanísimo choclo con queso, en un par de tienditas perdidas en la inmensidad de la puna. Algunos compran, otros aprovechan para estirar las piernas. Es domingo y para no perder la costumbre dos de los pasajeros del bus se ponen a jugar a los carnavales con un par de sprays que botan una espuma blanca, todo el mundo ríe. Seguimos viaje y pasamos por una hilera de pueblos en cuyas plazas celebraban el carnaval; las mujeres se visten con ropas multicolores y adornan a los niños con prendas parecidas, hasta las bicicletas han sido ornamentadas para la ocasión y una babilónica cantidad de cajas de cerveza se ven acomodadas en las esquinas. A las 11 y 45 am, entramos a la siempre comercial y fea Juliaca. Las calles están enlodadas y estropeadas por la lluvia. Algunas personas bajan y continuamos.

PUNO ES UNA FIESTA
 
Por fin, luego de casi una 1 hora y 30 minutos llegamos al terminal de Puno que estaba casi vacía. Llamé al hotel donde mis amigos estaban y me recomiendan tomar un taxi porque las calles de Puno se ponen peligrosas en fiestas. Contraviniendo los consejos cargo las mochilas y me voy… caminando. En el camino veo a la gente se confunde con los “diablos” de vestidos multicolores, osos, “chinas diablas” y demás personajes que más parecen haber salido de un aquelarre que de un conciliábulo de devotos de la virgen. Se oyen las trompetas de las bandas por todos sitios, en algunos lugares las comparsas bailan, la gente bebe cervezas en la calle, hay estrados y toldos montados en varias esquinas, el ambiente de júbilo se siente en cada rincón de la ciudad. La fiesta de La Mamacha Candelaria es a simple vista más pagana que religiosa. La gran mayoría de gente que participa en la misma (no solo los foráneos también los mismos puneños) saben que es una oportunidad para la celebración, el divertimento, el exceso... como ya se verá en lo que queda de este post.

Puno es el epítome de esa cultura abigarrada, efervescente, postmoderna de las grandes ciudades del ande. Un "pequeño monstruo" del interior, ya que el "monstruo mayor" es Lima, que muta y cambia cada nada. La ciudad en sí no tiene mucho por ver aunque la excepción es la notable Catedral en la plaza principal. Sin embargo es un buen sitio para moverse hacia los alrededores donde están los mejores lugares de la provincia.

Catedral de Puno. Perú.

La ruta del Tutayquiri: Los pueblos de los mil colores

miércoles, 2 de febrero de 2011



No debemos irnos muy lejos de Lima para encontrar pueblos donde se celebran rituales ancestrales o donde se albergan grandes tramos de camino inca e interesantes restos arqueológicos. Apenas a unas pocas horas de Lima, la mega-ciudad cosmopolita y con avenidas dignas de "primer mundo", hay aún lugares donde la tradición no ha desaparecido, al contrario, está entera, luchando por sobrevivir, por no ser devorada por una modernidad alienante y poco original. Sólo es cuestión de ponerse la mochila y animarse a andar hasta perderse un poco, porque como ya se dijo, a veces perderse es una forma de encontrarse.

Con unos amigos nos animamos a ir a conocer este circuito de la cual recién se ha empezado a hablar pero que aun así es poco visitada. 

¿Pero quién era TUTAYQUIRI? Él era uno de los cinco hijos del gran dios PARIACACA, Apu tutelar de la zona de Huarochirí, y que, cuenta la leyenda (registrado en el libro RITOS Y TRADICIONES DE HUAROCHIRI traducción que Gerald Taylor hiciera del célebre anónimo Manuscrito Quechua del siglo XVIII), anduvo errante por estas zonas hasta establecerse y ser considerado uno de los dioses más poderosos.

Para iniciar esta ruta dejamos Lima para subir hasta Chosica (3.50 el pasaje) y desde allí tomamos uno de los buses que siguen ascendiendo a los muchos pueblos que se ubican sobre la Carretera Central. Pagamos 1.80 soles y nos bajamos en el paradero Cocachacra (km. 54) donde tomamos un pequeño bus (6 soles) de la empresa MESIAS ESPIRITU. El bus abandonó la cuenca del Rimac y se adentró en las agrestes sierras limeñas donde son características sus carreteras sinuosas y polvorientas y uno que otro abismo hasta llegar a SANTIAGO DE TUMNA (2690 msnm), apacible pueblo en el que aún florecen los casi extintos Amancaes y que está rodeado por una gran cantidad de tunales, de ahí proviene su nombre. Nos hubiera encantado conocer este lugar pero debíamos continuar. El carro siguió ascendiendo hasta encontrarse con un camino abrupto que desciende. Después de 5 horas de viaje (contando desde que salimos de Cocachacra) llegamos a...

SAN ANDRÉS DE TUPICOCHA (3327 msnm)

Nos bajamos y caminamos hacia la remozada plaza de armas de este pueblito de entre-ríos (por estar entre el Rimac y el Lurín). Una estatua recuerda al gran arqueólogo peruano Julio C. Tello. Fuimos a preguntar a la municipalidad a ver si es que al día siguiente nos podían dar el servicio que la comunidad presta para poder ir hasta el poblado de San Pablo y así acortar nuestra subida a la cima de "Cinco Cerros" pero el carro no estaba disponible. Aprovechamos para lavarnos y asearnos en el local municipal ya que es el único sitio que a esa hora contaba con agua. El pueblo cuenta con luz eléctrica y un albergue municipal. Pero era notoria su carencia de agua. Decidimos no pernoctar en el albergue sino más bien usar las carpas.

Preguntamos por el campo de fútbol del pueblo a manera de tener un lugar donde acampar pero un chico nos dijo que esa tarde la habían regado y estaba inundado. Cosa curiosa esto de gastar el agua que no se tiene en una cancha de fútbol, pasión de multitudes que le llaman. Buscamos espacios pero casi todas las chacras estaban cercadas y no había mucho terreno disponible. Ya se hacía de noche y había que decidir de una vez donde acamparíamos. Así como en todo pueblo hay un campo de fútbol también hay un cementerio, pensé. Hacia allá nos fuimos. El lugar tiene una entrada cercada donde hay algunos árboles y luego está la puerta principal enrejada y flanqueada por un par de torres, como si fuera la entrada a una iglesia.

Es lo que había, así que armamos carpas y a cocinar. Cuando acabamos nos fuimos con mi amigo Sergio a recorrer un poco el pueblo, bastante desolado y triste a esa hora. Sentado sobre una roca encontramos a un señor que nos contó que él era de Tupicocha pero que se había ido a vivir a la costa porque "ya casi nadie quiere quedarse aquí, los jóvenes se van, no hay oportunidades, no hay agua". Le preguntamos si podíamos ir a Cinco Cerros y nos dijo que sí pero que ya que no había carro, nos tomaría por lo menos 5 horas llegar y es algo complicado.

En el grupo teníamos 2 personas que estaban en su primer trekking y no queríamos esforzarlas así que decidimos no subir aunque nos quedamos con las ganas ya que por lo averiguado el sitio está lleno de restos arqueológicos como puertas trapezoidales, grandes habitaciones, chullpas, tumbas, batanes y otros restos de factura inca, además de mucha leyenda y mitología.

Una fecha importante para visitar este pueblo son los 2 y 3 de enero, cuando se celebra la ancestral Huayrona, verdadera ceremonia de raíces ancestrales que, felizmente, aún se mantiene vigente y que consiste en la elección y cambio de mandos comunales. Aquí las antiguas autoridades rinden informes sobre las labores hechas durante su gestión, todo cumpliendo con rituales muy antiguos como el uso de la chicha, la coca y las flores. Luego se elige a las nuevas autoridades con música de bandas y cada nueva autoridad recibe imposición de los inmensos quipus, a la manera de una banda presidencial. Este ritual ha motivado estudios de los más reconocidos científicos sociales.

Despunta el día y bien temprano estábamos despiertos y levantando campamento. La noche no había sido muy fría gracias que estuvimos bien guarecidos en la entrada del cementerio. Queríamos desayunar algún platillo del pueblo por lo que nos fuimos a buscar entre las callecitas de Tupicochay así conocimos a doña Fermina Perales quien vende comida en un puesto. Conversamos largo rato con ella y nos contó que quizá tendríamos problemas para conseguir transporte hacia SAN DAMIAN DE LOS CHECTA, nuestro próximo destino, bastante distante por cierto.

Mientras esperábamos el carro le pregunté a doña Fermina sobre la celebración de la Huayrona y si era posible que cualquier foráneo pudiera participar y me dijo que no había problemas, que hasta los "señores gringos" vienen y miran pero que, eso sí, había que ser puntuales porque la reunión empieza a las 8 de la mañana y cuando cierran la puerta no se vuelve abrir hasta el mediodía. Además me dijo que podía ofrecernos su casa para hospedarnos en la próxima Huayrona.

Nos impacientamos porque no hay buses que bajen hacia San Damián. Les digo a mis amigos que como no hemos caminado nada pues que ya es hora de hacerlo. Propongo ir por la carretera hasta que el carro nos dé el alcance y así llegar a San Damián. ¿Y si no llega uno? Pues acampamos donde nos agarre la noche. Se inicia la caminata en lo que debe ser el tramo más complicado ya que nos encontramos con varias "abras" (puntos altos) en el camino hasta que luego de una hora nos encuentra el bus y sin pensarlo dos veces subimos.

Felizmente encontramos asientos y gente buena que nos daba indicaciones de lo que ver y de dónde ir. Un señor me habló de Cinco Cerros: "Las construcciones han sido hechos al borde del abismo. Si alguien quería atacar por esa lado no iba a poder porque sería como enfrentarse a un abismo" me dice. Y me entristece más la idea de saber que no podré verlo. Después de pasar algunas otras "abras", por fin divisamos, colgando sobre el vacío, el pueblo que tanto buscábamos.

SAN DAMIÁN DE LOS CHECA (3235 msnm)

Este pueblo ya está localizado en la cuenca del río Lurín. Es decir por fin habíamos unido el del Rimac con el de Lurín que era lo que buscábamos. Los territorios de san Damián estuvieron habitados por etnias que antecedieron a los incas, como los Checa quienes dominaron estos lugares desde tiempo remoto y siguieron viviendo aquí durante la extirpación de idolatrías a fines del XVI. Durante el mandato del Inca Tupac Inca Yupanqui llegaron por aquí los Incas, su presencia se nota en los "tampus" y caminos ubicados en las alturas de San Damián.



Las paredes de este lugar han sido adornadas (principalmente en la plaza) con dibujos de buen gusto que le dan un encanto especial. Esto fue una grata sorpresa ya que sabíamos que ese modo de adornar las paredes era algo que se podía ver en Antioquia (pueblo que visitaríamos luego) pero ahora comprobamos que la buena iniciativa se está copiando en otros pueblos del valle. Estupendo. Si a todo este colorido le sumamos el hecho de que el pueblo está rodeado de un paisaje de montañas verdes la cosa se hace aún más grata. Nos fuimos a sentar a la sombra de la estatua del torito que domina la pileta de la plaza (San Damián es un pueblo ganadero) y luego de las fotos de rigor caminamos un poco por sus calles. Tiene una iglesia del siglo XVII que por lo que nos contaron conserva hermosos lienzos y fina carpintería como muestra del viejo esplendor del pueblo. Lamentablemente no pudimos conocerla por dentro. El pueblo se ve ordenado y limpio, cuenta con un hostal, agua, luz y restaurantes.


Una buena fecha para visitar el pueblo es el 27 de setiembre, día en que se celebra a su santo patrón o en la "Fiesta de Bajada de los Reyes" cuando el pueblo se vuelve un "aquelarre" lleno de diablos, monstruos y enmascarados que celebran a lo grande la despedida de los reyes entre las calles. Particularmente, este pueblo, es uno de los que más me gustó en este viaje.


Desde san Damián se nota el camino que asciende hacia una planicie desde la cual se tiene acceso al TAMPU DE LLAQUISTAMBO, lugar rodeado por laderas de cerros en las cuales se encuentran restos de andenes que hasta hoy son usados. Dice la leyenda que este cerro fue fundado por Tutayquiri y que desde allí sus hijos (los Checta) ejercían su domino sobre las etnias vecinas. Luego el mismo sitio fue usado como TAMBO, es decir lugar con funciones de alojamiento, alimentación y hospedaje para los funcionarios incas que llegaran por el lugar.

A 10 kilómetros de Llaquistambo se ubica otro tambo, el de TAMPUCANCHA, que es otro asentamiento inca. Desde allí el camino inca continúa pero no sé sabe hasta dónde. Pero lo atractivos de San Damián no acaban allí también está muy cerca la naciente del río Lurín (en el puente Quilquichaca, a las afueras del pueblo), donde hay bosquecillos de eucaliptos y truchas. Además de bosques de queñuales y una bonita laguna llamada Yanascocha y otras ruinas como Conchasica y Olculla. Lamentablemente por cosas de tiempo tampoco podíamos subir a ver estos lugares puesto que el feriado se nos acababa y lo que queríamos era abrir el camino que uniera las dos cuencas (las del Rimac y la del Lurin). Así que luego de comprar algo de alimentos decidimos no continuar por la ruta tradicional (la carretera) que trepa hacia el abra de Conchasica para llegar hasta la carretera que baja desde Huarochirí a la costa (luego de pasar por pueblos como Sunicancha, Lahuaytambo y otros) y por el contrario inventar una ruta: descender por las laderas hasta la misma vera del Lurín, que se veía allí, al fondo de un abismo y dejar que el río nos guíe en nuestro descenso a la costa.




Así, entre resbalones, tropezones y caídas íbamos descendiendo hacia el río. Mientras bajábamos encontramos una imagen fantástica: al fondo la gran montaña CINCO CERROS aparecía impecable con sus cinco puntas como una especie de descomunal almena. Nos iba a acompañar por toda la caminata. Nos fuimos internando entre campos de maíz y espinosos arbustos hasta que llegamos a las aguas claras del río y caminamos por sus orillas que muchas veces se estrechaban dramáticamente y nos obligaban a pasar a la otra orilla pisando piedras o usando árboles como puentes artesanales.





Según el mapa que teníamos llegaba un momento en que la quebrada torcía y el Lurín empezaba ya su descenso sin interrupciones hacia la costa pero la bendita curva no llegaba. Aún con luz aprovechamos acampar en un espacio plano que encontramos muy cerca del río. Buscamos leña e hicimos una gran fogata. Conversamos como locos mientras tirados sobre el pasto observábamos lo poco de cielo que la estrechez del valle nos dejaba ver. 


Al día siguiente, bien desayunados continuamos. Pasamos el día buscando la curva de la quebrada que no llegaba y no llegaba. A veces la cosa era desesperante no tanto por andar perdido por allí que eso es algo que nos encanta sino por los tiempos ajustados que teníamos para volver a los estudios y trabajo en la ciudad. La excesiva confianza que teníamos de que encontraríamos la salida en un día jugó en contra. De nuevo se hacía tarde y de la salida nada...

Aprovechábamos los frutos de algunos árboles para comer y absorber algo de jugo porque hasta el agua se nos había acabado. El camino que habíamos inventado a veces se separaba del río para volver a subir a los cerros y luego volver a bajar. Por fin con las luces suaves de la tarde llegamos a la curva en que el río dobla hacia la costa y que por los cálculos nos llevaría hacia CRUZ DE LAYA.

 
A estas alturas apareció de la nada un pequeño pueblito (que no aparecía en el mapa) de 10 o 12 casas. Fuimos a buscar la tienda del lugar pero más parecía un sitio fantasma. No había ni un habitante. Y nosotros con hambre y sed. Las ventanas enrejadas de la única tienda estaba abiertas de par en par y allí sobre una mesa tan cerca y tan distante: agua y comida. Qué dura la vida. Desde la altura en que este villorrio se ubicaba vimos a lo lejos unas tejas metálicas: allí debía estar el pueblo soñado ¿o eran alucinaciones? A partir de aquí dejamos de ir por la orilla del río y empezamos a andar por el camino de herradura que pendía del cerro. Cayó la noche y nos cruzamos con un arriero y su esposa que nos dio la buena noticia: no faltaba mucho para Cruz de Laya. 


Después de un buen trecho andando aparecieron algunas capillas con cruces dentro lo que nos indicaba que el pueblo estaba cerca. Hasta que en una curva apareció súbito, en un repliegue del río, Cruz de Laya: A comeeeer. 

CRUZ DE LAYA (1650 msnm)

Entramos al pueblo como locos a buscar un restaurante. Lo único vivo era una tienda en la que 5 muchachitos estaban hipnotizados por el juego de video en donde dos héroes virtuales se sacaban la mugre. No se dieron cuenta que entramos y salimos. Llamé por atención y no salió nadie. Me fui a otra tienda y otros muchachitos también estaban tan hipnotizados mirando una película policial en un DVD. ¡Mi madre! ¿Hay alguien en este pueblo que no esté hipnotizado por una televisión por favor? Volví a la tienda anterior y por fin apareció una señora que gentilmente nos prestó una olla. Sacamos la cocinita de camping y el gas y nos pusimos a hacer unos tallarines suculentos. El hecho es que al último los muchachos del pueblo se olvidaron de la hipnosis virtual y se pusieron a nuestro alrededor a observar esa cocinita tan pequeña y toda esa parafernalia de aventureros que sacamos.

La señora nos contó que el pueblo tenía un Albergue municipal. Fuimos a buscar al encargado que nos dejó ver el sitio que si bien aún se estaba construyendo estaba bastante pulcro y con un baño muy limpio y amplio. El albergue tiene muchos cuartos y por cama cobran 10 soles. Fantástico. Barriga llena, corazón... ¿qué hacemos? Todos a dormir aunque las chicas se pusieron a jugar a las cartas y a tomarse lo que quedaba de un buen ron que una llevó.

Con la luz del día conocimos mejor el pueblo que está enclavado entre estrechas chacras y cañaverales. No había carro que nos llevara hasta nuestra próximo parada: distante a 10 kilómetros, ANTIOQUIA, por lo que nos recomendaron caminar hasta la carretera que baja desde Huarochirí para tomar bus. Bajamos entre cañaverales y el camino encontramos un Station Wagon que subía y nos llevó por 4 soles cada uno.

ANTIOQUIA (1550 msnm)

Llegamos a este bello y ordenado pueblo cuyas casas y lugares públicos han sido adornadas con hermosos dibujos (ángeles, flores, mujeres andinas, niños, etc.) por iniciativa de los vecinos en alianza con una ONG lo que le da una imagen de fantasía. Caminaba por sus calles como si estuviera perdido en un gran retablo ayacuchano, en un mundo de fantasías, sólo faltaba que Hansel y Gretel aparecieran. El clima es cálido y la gente amable. 



Caminamos conociendo gente y nos enteramos que los pobladores están muy bien organizados. La principal actividad aquí es la agricultura por lo que se tienen parcelas de cultivo agroecológico. Con los frutos obtenidos de estas tierras, membrillo y manzana sobre todo, producen mermeladas, vinagres y sidras. A unas cuadras de la plaza encontramos un centro de esparcimiento llamado "Pariacaca" donde aprovechamos para despatarrarnos. Hay hoteles (desde 15 soles la cama) muy ordenados, restaurantes y zonas de camping y las orillas del Lurín muchas pocitas de agua para darse un gran chapuzón. Tienen un baño público muy limpio y servicio de internet, con teléfono público comunitario.


El acceso a uno de los edificios municipales es libre y se puede tener desde su balcón una linda imagen del pueblo. El calor apremiaba así que nos animamos a tomar unas cervezas en la plaza mientras que el vientecito nos refrescaba. Nos fuimos a uno de los restaurantes que está a las afueras del pueblo y con la vista del río la comida se hacía más deliciosa que nunca. Entre los platos había camarón de río, pachamanca y cuy. Todo esto rociado de un vinito hacía que la tarde sea un alarde de felicidad, algo cercano a la perfección: paz, tranquilidad, sol cálido, exquisita comida, amigos y vino.


Volvimos al pueblo y nos sentamos a la puerta del centro de esparcimiento a seguir charlando y bromeando. La noche cayó y nos sorprendió con algún otro vaso de cerveza en la mano. Nadie quería volver a Lima pero era inevitable. Ya habíamos tenido unas buenas dosis de felicidad y había que controlar la adicción. Pasó una combi que por 8 soles nos devolvió a Lima después de pasar por pueblos donde hay caminos incas muy bien mantenidos y largos como Sisicaya y Nieve Nieve de los que ya se hablará en una futura crónica. Así que Limeñísimos amigos, anímense a tomar la mochila. A 3 horas hay pueblitos como estos, donde caminar, respirar y sentirse en paz es posible y sobre todo gratis. Nos vemos en la ruta.

Pablo

DATOS

COMITÉ DE GUIAS TURISTICOS DE ANTIOQUIA
8100357 Y 810 0238

HACIA ANTIOQUIA

ASOCIACION DE TAXI SOL DE CIENEGUILLA: 10 SOLES. Cruce de Av Nicolás Arriola con Av. Rosa Toro. Salidas de 6 a 10 de la mañana y retorno de 2 a 6 de la tarde. También hay buses y carros desde las 7:30am. El costo oscila entre 6 y 8 soles.

HACIA SAN DAMIAN

TRANSPORTE PEREZ (6 a 10 soles por persona)
Nicolás Arriola 2330- Telf. 3623220
Miércoles, sábado y domingo 8 am - martes y jueves 2 pm

TRANSPORTES PARIAKAKA - Telf. 3273139.
También salen carros desde Cochachacra al medio día, interdiario.
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