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Trekking a las misteriosas ruinas de La Congona

martes, 29 de noviembre de 2011

Esta iba a ser otra de aventura que hicimos casi “a ciegas”. No había mucha información sobre el lugar al que queríamos ir, no teníamos un buen mapa y lo que nos dijo doña Vilma, la dueña del hotel en la que nos hospedábamos (ver entrada anterior), fue que la caminata era muy dura y que hay que tener un buen ojo para identificar el cerro en el cual yacen este conjunto de restos a los que se denomina LA CONGONA. Así que con más terquedad que certidumbres allí nos fuimos.

Ruinas de La Congona - Amazonas - Perú
Como advertencia para el viajero que se anime a llegar hasta allí hay que decir que el camino es una subida constante, con algunas pequeñas partes planas, pero lo suficientemente ancho como para sentirse seguro y no muy pedregoso a no ser que te metas por los “cortes” que te ahorran tiempo de caminata pero te exigen mayor esfuerzo porque son algo empinados y tienen muchas piedras que pueden hacer que resbales. 


La vía parte desde el final de la calle 16 de julio de Leymebamba y desde allí ya se pueden ir tomando los “cortes”. Por ser temprano el sol aún no estallaba con todo su calor sobre nuestras cabezas por lo que recomendamos a todos salir antes de que el día se ponga muy caluroso de otra forma el andar demandará aún más esfuerzo del que se necesita. Conforme avanzábamos Leymebamba se empequeñecía, parecía dibujada en forma de un pastel al que hubiesen cruzado con un cuchillo en tres líneas largas que permitiesen el justo repartimiento del manjar; era un amontonamiento de techos que daban la impresión de galopar desde las laderas de los cerros, entre las cuales está encajonada, hasta la misma plaza.  El sol, que ya mostraba la cresta por el este, inflamaba con sus primeros ardores los techos de algunas las casas; felizmente sobre nosotros aún había una cabalgada de alargadas nubes que acrecían su volumen y nos mantenían a buen recaudo en una ancha y benévola sombra.

Vista de Leymebamba en la subida a la Congona - Amazonas - Perú
Casa en la subida a las ruinas de La Congona - Amazonas - Perú


La paz de Leymebamba: de momias y picaflores

sábado, 26 de noviembre de 2011


Había llegado el momento de dejar, no sin pena, Chachapoyas. Costaba irse de un lugar que por varios días había sido la “base” desde donde partimos a explorar muy bonitos sitios, en la que la habíamos pasado bien y donde la gente fue muy amable con nosotros; y también costaba dejarlo por el hecho de aún había zonas por conocer y hacia los cuales por falta de tiempo (la dictadura del tiempo, siempre) no pudimos ir. Por ejemplo nos quedamos con las ganas de ir hasta LAMUD para conocer el PUEBLO DE LOS MUERTOS o hacia la CAVERNA QUIOCTA; o hasta COLCAMAR para subir a ver los sarcófagos de SHOLON; o partir en una expedición de días hacia el VALLE DE BELEN o el GRAN VILAYA. Es decir, dejábamos mucho sin conocer aunque lo que vimos estuvo bastante bien. Como puedes darte cuenta este departamento de Amazonas es todo un universo inacabable de encantos.

Era hora de dirigirse hacia el sur, empezar el regreso hacia Lima donde cuestiones personales nos reclamaban pero no iríamos sin pasar antes por otros lugares tan interesantes como los que hasta ahora habíamos conocido. Nuestra siguiente “base de operaciones” sería el bonito y tranquilo pueblo de LEYMEBAMBA. Allí se llega desde Chachapoyas a través de una relativamente ancha carretera que aunque no tenga asfalto está en aceptables condiciones. Acompañados por el tranquilo río Utcubamba y, para felicidad de quienes sufren de vértigo, sin apenas ver abismo alguno, nos fuimos alejando de la capital del departamento de Amazonas internándonos más y más en un valle cálido y hermoso. Esta vía pasa por pueblos como Tingo, que habíamos visto el día anterior de camino hacia Kuelap; Ubilón, desde donde se puede ir a conocer el pueblo de LA JALCA; Magdalena y Yerbabuena en el cual empieza la subida hacia los MAUSOLEOS DE REVASH que también nos quedamos con ganas de conocer. 

Plaza de Leymebamba - Amazonas - Perú
Luego de 2 horas y media de viaje llegamos a Leymebamba en cuya bonita plaza nos sentamos un poquito para empaparnos del ambiente del pueblo: de entrada sorprende su pequeña iglesia con sus dos torres de piedra y sobre todo la armonía arquitectónica del sitio lo cual aparentemente es una constante en los pueblos de esta zona por lo que habíamos visto en Levanto y en la misma Chachapoyas, felizmente. Reina en este pueblito un ambiente que enamora y que sosiega. Ya, no quiero parecer demasiado optimista ni declarar a todos los pueblos del Perú como maravillosos pero sinceramente este era un gran lugar o al menos lo es para alguien que como yo siempre trata de escapar de los fauces del leviatán limeño. Las calles adoquinadas, la gentileza de sus pobladores, la tranquilidad con la que la gente vive y que parece ser consecuencia de su aislamiento; en suma, no habíamos escogido lugar mejor para quedarnos y tampoco pudimos encontrar una mejor opción de hospedaje que el HOTEL LAGUNA DE LOS CONDORES.

Allí nos atendió la señora Vilma, dueña del hotel, quien junto a su esposo ha tenido la excelente idea de mantener un ambiente tal que más que un hotel parece que estuvieras en casa, en una casa donde se te ha invitado a estar. Este hospedaje no tendrá las modernidades de muchos otros pero hay en su patio un bonito jardín y los balcones tienen balaustradas de madera. Además, en donde está la recepción han acondicionado una especie de sala con sofás y hamacas sobre los cuales es una delicia despatarrarse mientras que la luz del día agoniza devorada por la inminente noche. La luz se había ido pero apenas si extrañábamos cualquier artificio eléctrico, el centelleo delicado de las velas era suficiente. Había música en ese patio: el estridor de algunos insectos, el gorjear de las aves que buscaban sus caminos en el cielo hacia las ramas bienhechoras, el plácido ronroneo de un pequeño gatito y el apurado rumor que otro producía al moverse entre las hierbas y plantas como si tuviera con ellas un silencioso trato. Gotas de lluvia se desgranaban con delicada obsesión produciendo una andanada de musicales ecos al reventar en la tierra, que húmeda y fertilizada, desprendía un manso y penetrante olor. En suma, un atardecer de órdago.

Por lo que entendimos doña Vilma y su esposo son dueños del campo que está a la entrada a la célebre “Laguna de las momias” motivo por el cual antes de que un tour parta para aquel lugar los organizadores tienen que venir a coordinar a este hotel. Por tener mucho tiempo viviendo aquí estos señores son una fuente excelente de información para ir a cualquier lugar.  

Al día siguiente nos fuimos a visitar un sitio que ha hecho mundialmente célebre a este villorrio: el MUSEO LEYMEBAMBA. Allí llegamos luego de caminar 45 minutos ya que no se ubica en el mismo pueblo sino en las afueras, a 4 kilómetros aproximadamente. Hay que tomar la carretera que va hacia Cajamarca y si te animas pregunta a la gente por los “cortes” que son caminos pequeños por donde puedes ahorrar mucho tiempo. Se puede ir en taxi hasta allí (7 a 10 soles) pero nosotros a modo de entrenarnos para la caminata que haríamos al día siguiente y conocer un poco más los alrededores nos fuimos a pie. El museo está situado en un fantástico complejo que ha sido construido con apoyo de una organización austriaca. Debe ser uno de los mejores organizados que he visto en el Perú.

Museo de Leymebamba - Amazonas - Perú
Museo de Leymebamba - Amazonas - Perú


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