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Atrapados en la jungla: a pie por la selva peruana (4ta parte y final)

domingo, 30 de diciembre de 2012


El pueblo de Aguaytia estaba muy silencioso en la mañana (ver entrada anterior). No parecía pasar nada. Era un buen momento si alguien quería huir de allí. Y eso es lo que hicimos. Muy temprano encontramos un mototaxi y para nuestra sorpresa se ofreció a llevarnos hasta Boquerón Pueblo, lo cual eran bastantes kilómetros. El sol apenas se anunciaba, la bruma subía de la piel de la selva y le daba a todo un ambiente de fantasmal belleza.  Otro chico subió almototaxi y así avanzamos a una velocidad de Fórmula 1. Algunos mototaxistas le advirtieron al conductor que le pincharían las llantas, él avanzó indiferente y nosotros una vez más llenos de incertidumbre. Pasamos por lugares que de haber estado en otras circunstancias habríamos visitado: las cataratas “La ducha del diablo”, “El velo de la novia”: la selva que subía a su encuentro con los Andes.
A lo lejos vimos que a la entrada de Boquerón pueblo había 3 tipos con pinta sospechosa. El chofer de la moto, avezado, se acercó hasta ellos y allí nos dejó. Sin apuro pero sin pausa los 3 tipos se acercaron y gritaron: “¡Les dijimos que hoy no se trabaja, chino!”. Nuestro chofer ensayó unos pretextos no muy convincentes. Uno de los tipos sacó un cuchillo y el otro una tijera y se acercaron más y más y pincharon las llantas. La mototaxi dio la vuelta y volvió a Aguytia, sin aire en las llantas.
Una vez que la palidez se nos fuera del rostro seguimos caminando, hacia el oeste, allí donde veíamos las estribaciones fascinantes que anunciaban la entrada al Boquerón del Padre Abad. En el camino vimos más  gente que subía y bajaba, hombres armados de palos y barrotes que se apeaban de las motos para apalear al que tuviera una tienda abierta, a gritos, la valentía de la turba, la fuerza desmedida de quien actúa con impunidad. Árboles y troncos que nadie se atrevía a mover de las pistas, villorrios en cuyas chozas no parecía vivir nadie: todo como en una película de corte apocalíptico. Kafka, Orwell y McCarthy en la selva peruana, donde muchos se sentían impotentes, sin poder salir de un sitio al que no se sabía cómo se había llegado; donde las libertades habían sido suprimidas y se estaba expuesto a lo que la  voluntad de desconocidos dictaminaran en un mundo donde los vehículos habían desparecido y todos iban andando a la deriva por kilómetros, guiándose por los rumores, atemorizándose por las malas nuevas que venían de otros sitios en las bocas de otras gentes.


Destrozos encontrandos en la vía que une Pucallpa con Aguaytía

Atrapados en la jungla: a pie por la selva peruana (3cera parte)

jueves, 27 de diciembre de 2012


Las 4 de la mañana sonaron en el reloj y nos levantamos para empezar otro día de caminata (ver entrada anterior). El “amigo” se adelantó con los muchachos limeños y quedamos en encontrarnos más adelante ¿Haríamos de nuevo 25 kilómetros caminando en la carretera? ¿Esta vez nos atacarían los huelguistas? ¿Nos sorprendería una balacera entre la policía y los cocaleros? ¿Soportaríamos el dolor de las ampollas en los pies? ¿Qué cosas nos pasaría este día? El gringo Jim prefirió dormir un poco más, estaba muy cansado, se despidió dando muestras de cariño, no le volveríamos a ver nunca más. Por la carretera pasaban raudos los mototaxis, alguno llevaba gente, era el momento adecuado para hacer un poco dinero movilizando personas ya que los cocaleros bajaban la guardia en las primeras horas de la mañana y había cierta garantía de que no pasara nada. No tuvimos mucha suerte y no conseguimos a nadie que nos llevará hasta que a eso de las 07 de la mañana un hombre nos llevó en mototaxi y llegamos hasta una parte de la carretera que estaba bloqueada. Menos mal avanzamos unos buenos kilómetros pero la cosa no había cambiado mucho, cada vez que pasábamos por un pueblo sentíamos en el aire la misma tensión como unacorriente eléctrica inevitable; seguíamos viendo los árboles, piedras, llantas quemadas y vidrios rotos como una evidencia de el paso inefable de los huelguistas. ¿Cómo se vería toda esa selva paralizada, tomada por un grupo de rebeldes, desde los helicópteros que volaban sobre nosotros patrullando?

Niño en el camino hacia Aguyatía.
Pasábamos por puebluchos de nombres inverosímiles: Leche y Vinagre, Llanta Blanca, etc. Todo era una especie de peregrinación alucinante, caminantes metidos en medio del ojo del huracán, viajeros que de pronto trataban de salir de una situación a donde habían llegado sin saber cómo.  Lo que se decía por la radio no se condecía con lo que uno veía.El gobierno, aparentemente no había enviado refuerzopolicial alguno ni se daba por enterado; una gran parte de uno de los 20 países más extensos  del mundo estaba a merced de un grupo de huelguistas.

Leche Vinagre, pueblo que encontramos en el camino.

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