Campo de concentración de Dachau: la geometría del salvajismo

martes, 7 de febrero de 2012


Uno de los motivos por los que me gusta Alemania es porque muestra al mundo su nobleza como país creador de cultura en extraordinarios y grandiosos museos. Pero también me gusta porque exhibe sin pudor lo más horrendo que ha creado como sociedad: la espantosa ignominia nazi. Pero no lo hace de modo solapado, vacilante o edulcorando lo horrible sino en los propios lugares en donde ese régimen de locura y destrucción llevó adelante su industriosa maquinaria de odio y muerte. Hacer eso habla bien de la “salud” interna de un país, de su deseo de verdad, de su capacidad para avivar la memoria de lo que sucedió y no tiene que repetirse.

Alguien podría decir que a los alemanes no les quedaba otra y tenían que mostrar aquello que ocurrió porque había demasiadas pruebas tangibles y ocultarlos habría sido negar lo innegable. Sin embargo, cuántas cosas que no se pueden negar en el mundo se niegan de modo categórico y apenas se recuerdan. Pienso en las matanzas armenias; en la carnicería balcánica; en el horror que los ejércitos de las superpotencias han ido dejando como una estela indeleble allí en donde se han metido a “ordenar las cosas”; en el holocausto indígena de las Américas y pienso también en las masacres en las que murieron y desparecieron miles de peruanos durante la “guerra civil” de los 80´s y 90`s.

El hecho de que existan museos o memoriales en toda Alemania como el de DACHAU es un ejemplo que muchos países deberían seguir. Pero no se hace. En el Perú, por ejemplo, solo se ven museos en donde se alude a nuestra grandeza como cultura milenaria, a los grandes logros artísticos de nuestros antepasados, a la variedad y riqueza de nuestra naturaleza, a la culpa que tuvieron “los de afuera” en muchas de nuestras desgracias pero no hay un solo lugar en donde se quiera recordar todo aquello de execrable, degrado, retrogrado o salvaje que como sociedad hemos vivido y creado: los miles de indígenas muertos durante la época del caucho; otros tantos más que fueron erradicados de sus hogares para que las industrias extrajeran de las entrañas de sus tierras la riqueza de la que otros se servían; los miles y miles de cadáveres de hombres, mujeres y niños que se vieron atrapados entre la pólvora y el fuego del desquicio y la inquina con la que se enfrentaron militares y terroristas durante la guerra de finales del siglo XX y que ha quedado como una herencia de pesadilla que no queremos ni aceptar ni asumir. Pido disculpas al (improbable) lector de este blog por meter en este escrito que trata sobre una campo de concentración alemán un tema que tiene que ver con el Perú pero es que mi país es una enfermedad que arrastro, aunque no lo quiera, y es el venero de donde he bebido las ideas y razonamientos con los que miro, perplejo, al mundo.

En mi país sería impensable que por nuestra propia iniciativa construyésemos un lugar como DACHAU. A nosotros no nos gusta recordar, las verdades se dicen siempre en voz queda o se prefiere pasar página cuando incomodan a algunos. Como en muchos otros sitios allí la verdad oficial es una cosa de jerarquía: la dicta quién tiene más poder y la impone ocultando los cadáveres bajo la alfombra. Los cobardes que saben, miedan bajo la luz, como dice el gran poeta  Juan Gelman. Tenemos que esperar que el gobierno alemán nos aliente (dinero en mesa) a hacer un museo o espacio en la que podamos recordar los aciagos tiempos de la última de las guerras internas en las que el país se desangró para ver el ahínco y la furia con la que nuestros cavernarios y retrógrados (madeinPerú) reaccionan cuando de recordar nuestras infamias se trata.

Conocer el CC Dachau es una experiencia que se debería vivir alguna vez; es una vivencia tremenda pero no te deja indiferente y dispara en ti ideas, preguntas, cuestionamientos y, tengo que reconocerlo, pesimismo a raudales. 

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
La JOURHAUS o entrada principal de este ex campo de concentración fue un leviatán que con sus fauces de hierro se tragó a miles de personas. Muchos de los que entraron por allí no volvieron a salir y antes de cruzar ese umbral vieron escrito: ARBEIT MACHT FREI o EL TRABAJO TE HARA LIBRE. Me pregunto si quien entonces llegase y viese ese mensaje imaginaría que la frase era una promesa de liberación real; que era necesario esmerarse y hacer todo lo que dentro se le exigía porque la estancia allí no iba a ser larga y pronto iba a ser liberado. Cosa que no sucedió con muchos que tuvieron que dejar dentro sus huesos. Aunque, si consideramos el horror que allí se vivió, salir muerto después de todo debió haber sido liberador.

La primera parada es en lo que fue un edificio administrativo que hoy hace las funciones de centro de interpretación. Allí se pueden ver mapas que nos dan a conocer la ubicación de los campos de concentración en toda Europa; una colección de afiches que solía usar el aparato publicitario nazi y una detallada explicación de la historia del nazismo y de las causas de su arribo al poder. Hay también ingente material fotográfico que como postales enviadas del peor de los infiernos nos grafican, en blanco y negro, la ejecución del horror: imágenes de los experimentos científicos que se hicieron y otras en donde se ven pilas y pilas de cadáveres, como si estuvieran en una escombrera, como si fueran el deshecho del día, puestos allí en buen sitio para que vengan los del servicio de limpieza y se los lleven.

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
El visitante va pasando de un salón a otro como si estuviera caminando por una colección de horrores. Las paredes están desconchadas y no tienen adorno alguno; las luces de los focos le dan al ambiente un deprimente tono frío, como si se estuviese en un hospital. En uno de los salones del centro de interpretación se hicieron unos trabajos de reparación de paredes y se encontraron bajo la costra de la pintura que se les había añadido una frase que los nazis habían escrito: RAUCHEN VERBOTEN o PROHIBIDO FUMAR. Es irónico, pienso, allí donde se prohibía fumar se permitían otras cosas: matar, matar y matar.




Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
También se exhiben en este museo máscaras mortuorias; un caballete de azotes en el cual se golpeaban a los cautivos;  cuadros explicativos sobre las categorías de los prisioneros: judíos, homosexuales, evangelistas, polacos, rumanos, españoles y otros asociales y, casi al final, una gran escultura que reproduce una fila de prisioneros que más parecen un grupo de espectros, cabizbajos, que miran a diferentes sitios desesperadamente, como si cada uno de esos seres informes estuviese buscando por su cuenta una respuesta a todo aquello que les sucedía, una explicación a lo que les estaba pasando: pero ya se sabe que los aullidos del hombre crean un eco ensordecedor que mengua cualquier compasivo murmullo de los dioses.

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
En esa plaza donde otrora se pasaba lista hay ahora un monumento hecho en 1968 y que hace alusión a cúmulos de cuerpos hacinados como los que se ven en las fotos del centro de interpretación;  cerca hay una placa en donde está escrito en varios idiomas la frase: NUNCA MÁS. Al fondo de esta plaza se adivinan en la neblina los contornos de unas construcciones, hacía allí vamos cruzando toda la larga extensión de DACHAU. La tierra estaba cubierta de nieve y se engarzaba al plomizo cielo nublado por lo que parecía que el mundo hubiese estado inserto dentro de una lechosa e inmensa burbuja. La enorme plaza parecía haber perdido sus límites, todo estaba difuminado, las paredes que cercaban este ex campo de concentración parecían haber desparecido; me pregunto si un prisionero que tuviera que sobrevivir aquí los rigores de la locura humana y del invierno se solazaba de su drama pensando que por un momento no había ya fronteras y podía salir de esa pesadilla tan real en la que estaba metido. Pero por más que huyese ya no podría liberarse de Dachau porque cuando el horror, el miedo y el dolor pasan sobre ti como un huracán sobre el mundo nada puede volver a ser lo mismo, todo se llena de incertidumbre, de inseguridad, de descreimiento y queda, quizás, como único consuelo la nada.

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Alineados con la carretera principal de esta plaza se encontraban los grandes barracones en las que vivían o sobrevivían los reclusos. Los que ahora se ven son reconstrucciones. Un poco más allá, en la parte noroeste del campo, se ubican las cámaras de gas y el crematorio, ambos lugares que no dejaron de funcionar con mortal y horrible eficacia: el humo que desprendían al aire era el resultado de la combustión producida por los cuerpos de miles de personas. 

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Camino pisando la nieve, el silencio parece tener peso en este lugar, no hay gritos ni sonrisas, se guarda respeto como si se estuviese caminando dentro de un gran templo. El silencio invita a pensar y yo me pregunto ¿qué es el mal?, ¿algo que tiene la inmanencia de lo preternatural o es algo muy sencillo, vulgar y hasta razonado?, ¿qué pensaban los cancerberos que día a día se dedicaban a torturar y matar cuando se iban a la cama a descansar después de una fatigosa jornada de labor? ¿Se regocijaban con el placer de saber que habían cumplido las órdenes y todo esto que hacían les permitiría subir escalafones en la jerarquía del imperio del odio y el horror?, o por el contrario ¿el recuerdo del llanto del niño, de la madre, del anciano, los hacía despertar a media noche y no les dejaban conciliar el sueño?

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Dice Jean Hani en “El Simbolismo del Templo Cristiano” que la construcción de un templo imita la creación del mundo y que esa creación es el cosmos sucediendo al caos; es decir el orden, la organización que reemplaza al desorden. El arquitecto imitando a Dios. Caminando en Dachau, mirando que todo alrededor era una parte importante que hacía andar el engranaje del diabólico ritual de la muerte, se me antojaba pensar que este lugar podría ser también una especie de templo del horror fundado sobre los cimientos del odio. Quienes crearon este lugar tuvieron como intención que el mal dejase de ser una cosa informe y caótica para que, pasada por el cernidor de la razón, fuese un elemento que garantizase, concienzuda y ordenadamente, la continuación del rito de la destrucción. Miraban a los prisioneros como les habría podido mirar un Dios sediento de sangre y que disponía de ellos a voluntad para experimentar con sus cuerpos, para imponerles castigos, para jugar con ellos como si fueran marionetas.

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Pero más allá de esta aventurada comparación, y dejando de lado cualquier cosa que provenga de las ramas de la fe, no puedo dejar de lado mi pesimismo pues si bien este lugar fue hecho para recordarnos los errados caminos de la locura y el fanatismo y de cosas que no deberían volver a suceder creo que no ha cumplido su cometido. La barbarie y la maldad han continuado expandiéndose y se han cometido tantas atrocidades desde el cierre de Dachau que si quisiéramos recordarlos a todos estaríamos levantando memoriales cada poco tiempo.

De lo que sí creo que nos recuerda brutalmente este lugar es que aquello que llamamos razón, ese elemento que supuestamente nos hace distintos del salvaje y que como especie nos iba a llevar por el sendero del desarrollo, no es más que otra de las quimeras que nos hemos inventado. ¿No fue el uso del instrumento de la razón lo que dio luces a los nazis para organizarlo todo, administrarlo todo con lógica industrial, con envidiable precisión, y poder así cometer violaciones en masa, quemar seres humanos vivos, ahorcar niños, asfixiar con gas, entrenar perros que mordiesen órganos sexuales y muchas más atrocidades de las que nos habla Vasili Grossman en su “Libro negro” y que no por muy conocidas dejan de hacernos sentir la náusea del espanto?

Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania
Campo de concentración de Dachau. Munich - Alemania

Liberación del campo de concentración de Dachau
Me habría gustado quedarme con la confortable e ilusa idea de que el mal es solo una cosa que se manifiesta irracionalmente y sin premeditación; luego de visitar Dachau sé que no es así. Lo que este lugar nos muestra es que la crueldad puede tener también un corpus práctico; que los dioses del horror también se manifiestan con la precisa geometría del salvajismo, al fin y al cabo todo “Dios es geómetra” como decía Platón. La razón declina, nos envuelve el fuego de los siglos y después de todo esto hemos empezado a vivir el crepúsculo de nuestra historia; toda sombra hace posible su materialización en tiempos en que ya no queda nada en qué creer. ¿Los Dachau del futuro esperan la voz que ordene sus funcionamiento o es que estoy completamente equivocado? Y espero estarlo.

Pablo


DATOS UTILES

  • Para llegar a DACHAU en tren o Autobús se tiene que coger en Marienplatz o Hauptbahnhof (de Munich) la S-Bahn de la linea 2 en dirección a Petershausen y bajar en Dachau. Hay que comprar el billete de dos zonas, el costo es 7 euros más o menos. Una vez en la estación de Dachau hay que salir por la puerta occidental que es la principal. Se llega a la plaza de la estación para tomar el autobús de las líneas 724 o 726 que paran muy cerca al centro conmemorativo. El ticket de viajeros que vienen desde Munich es también válido para el autobús. Total de viaje: 45 minutos aproximadamente.
  • Entrada gratuita. Hay circuitos guiados por voluntarios y en inglés que parten del edificio principal. Servicio de autoguiado a 3 euros con audio guías en varios idiomas que permiten realizar un recorrido, disponibles en taquilla.

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