Vilca:: de nuevo en los paraísos del agua

sábado, 28 de abril de 2012


Desde HUANCAYA (ver entrada anterior) se puede visitar otro pueblo de belleza similar, se llama VILCA y está a 17 kilómetros, río Cañete arriba. Lamentablemente no hay muchos vehículos que comuniquen con frecuencia ambos lugares y menos aún cuando en Huancaya hay fiestas (un taxi puede cobrar entre 60 a 70 soles, ida y vuelta y con espera). Ir y volver a pie significaba caminar 34 kilómetros, los cuales se nos hacían demasiado para un día por lo que decidimos solo caminar los 7 primeros kilómetros del camino para darnos una idea de la belleza del lugar y sus lagunas que ya se han hecho bastante famosas aunque sean todavía poco visitadas.

 
Iniciamos la caminata y apenas dejamos Huancaya pudimos ver las primeras manifestaciones de belleza acuática que el río Cañete, en su lento y sosegado discurrir por las sierras limeñas, nos regala: pozos de agua esmeralda y turquesa; verdes islitas cercadas por los muchos brazos en que el río se desmenuza;  caídas de agua cuyo espumoso y albo color se puede apreciar a muchos kilómetros.

De Huancaya a Vilca. Perú.
De Huancaya a Vilca. Perú.
Dos horas después de haber empezado a andar vimos que el río dejaba de ser esa desordenada conjunción de filamentos espumosos para convertirse en una sola y ancha planicie de agua; tan amplia que la cabalgata de nubes que pasaba sobre nosotros se reflejaba entera en su piel esmeralda. Mientras tanto, saliendo raudos de sus escondites horadados en los cerros, un grupo de loritos cruzaban velozmente el en cielo parloteando su música chillona. El paisaje se sacudía constantemente, todo lo lejano parecía vibrar azuzado por un fuego invisible que emanaba, vehemente, el sol de mediodía. Silencio, se viaja a pie, se disfruta de cada pisada. Nos paramos a contemplar el paisaje mirando al mundo que de pronto se había convertido en absoluta belleza. Ya lo dijo bien el alemán Peter Handke en su libro “Ayer, de camino”: Cuando te mueves en los lugares adecuados, en el tiempo adecuado, en la luz adecuada, el mundo, todavía, se convierte en cuento.



De Huancaya a Vilca. Perú.
De Huancaya a Vilca. Perú.
De Huancaya a Vilca. Perú.
Llegamos hasta el punto que habíamos planeado y era hora de regresar pero justo cuando empezábamos a ponernos la mochila a la espalda nos alcanzó una camioneta en la cual iban 2 ingenieros de minas y un conductor quienes aceptaron darnos una “jalada” y nos llevaron hasta el mismo Vilca, pueblo al que llegamos sin haberlo imaginado. Por pura coincidencia me enteré que uno de los ingenieros era tío de Martín Romero, un chico que trabajó conmigo en Explorandes, un operador turístico peruano donde tuve el placer de trabajar; dicen que el mundo es más pequeño de lo que uno se imagina.

Llegamos a Vilca y luego de despedirnos de los ingenieros, que se iban a hacer unas exploraciones en las alturas, nos fuimos a visitar las cascadas y el puente que se ubican a pocos metros de la plaza. Este lugar no puede estar rodeado de más belleza y el viajero no puede dejar de sentir una sana envidia (si tal cosa es posible) por la gente que aquí vive al imaginarlos todos los días de sus vidas caminando por este paraje deslumbrante. El puente, que no es tan sinuoso ni encantador como el de Huancaya, se eleva sobre el Cañete, que a esa altura parece haber ampliado su domino para apoderarse de gran parte de ancho valle, y desde allí contemplamos la emulsión de colores de las aguas que se abren paso despaciosamente entre el ichu, la totora y hasta la queñua. El río desciende y se divide en pequeños y jabonosos flujos que a su vez se dividen en otros todavía más pequeños y así siguen bajando por anchas escalinatas, todo lo cual le da al paisaje un cariz de diminuto Iguazú.

Huancaya - Perú.
Huancaya - Perú.
Huancaya - Perú.
Huancaya - Perú.
Nos dirigimos luego a laguna PAPACOCHA, que está justo detrás del pueblo, a media hora de camino. Subimos por unas escaleras que parten desde la plaza y te llevan hasta el mirador desde donde continúa el camino que llega hasta la misma laguna. Tuvimos unas vistas maravillosas del Papacocha que a esa hora cambiaba de color según el sol le acariciara: ya turquesa, ya verde. En la orilla contraria estaba EL BOSQUE DEL AMOR, cubierto de queñuas. Al fondo, cerrando toda esa vista maravillosa, se veía la blanca cresta del gran Apu Pariacaca, una deidad milenaria y poderosa en tiempos prehispánicos a cuyos pies tuve la oportunidad de dormir en mi primera caminata por esta zona (ver entrada aquí).

Huancaya - Perú.
Laguna Papacocha. Huancaya - Perú.
Laguna Papacocha. Huancaya - Perú.
Laguna Papacocha. Huancaya - Perú.
Regresamos al pueblo a comer. En Vilca hay los mismos problemas que en Huancaya; es decir, no se encuentran fácilmente restaurantes y las tiendas pueden estar cerradas por lo que es bueno llevar algunas provisiones. Afortunadamente encontramos una tienda abierta en la plaza; la señora que allí nos atendió era dueña también del restaurante BRISAS DEL PAPACOCHA, así que gustosamente aceptó prepararnos un contundente plato de pollo frito con papas a 8 soles. Es la única opción, por lo demás muy buena.

Una excelente idea sería quedarse a dormir en Vilca ya que hay un excelente hospedaje (10 a 12 soles la cama) que fue mandado a construir por Fujimori para su solaz cada vez que llegaba por allí con sus “cortesanos”. Al día siguiente tranquilamente se podría bajar hasta Huancaya. 

Laguna Papacocha. Huancaya - Perú.
Laguna Papacocha. Huancaya - Perú.
Luego de comer empezamos el regreso, eran las 3 de la tarde. A mitad del camino encontramos otra camioneta que subía desde Huancaya, eran un venezolano y su esposa peruana quienes amablemente nos prometieron recogernos cuando bajasen de Vilca. Estábamos algo cansados por los muchos kilómetros recorridos pero nos alentaban las vistas que desde el camino teníamos pues abajo, en lo profundo de unos abismos de 200 metros, se sucedían las lagunas que parpadeaban con sus tonos azules o turquesas cuales zafiros bien dispuestos en la más exclusiva de las joyerías.

Regresando de Vilca a Huancaya - Perú.
Al final caminamos 14 de los 17 kilómetros que hay entre Vilca y Huancaya y allí fue que nos encontraron el venezolano y su esposa quienes nos llevaron en la tolva de la camioneta tal como nos habían prometido. Si bien fuimos tragando todo el polvo que la poderosa camioneta levantaba estábamos muy entusiasmados con vivir la aventura, así que la pasamos bien. Llegamos ya a oscuras al pueblo que seguía danzando, bebiendo y cantando… lo que hizo que dormir fuera casi imposible ya que la fiesta se había trasladado a una casa cercana al hotel. Para colmo de males, a las 5 de la mañana llegó un grupo que había reservado con anterioridad el hotel en el que estábamos así que mientras se acomodaban hacían mucha bulla.

Regresando de Vilca a Huancaya - Perú.
Como ya dije en la entrada anterior, dormir en Vilca o en Huancaya es lo ideal ya que son villorrios muy hermosos y tranquilos pero es mejor evitar ir en fiestas pues al ser pueblos tan pequeños no hay efusividad de alegría que no se deje de oír. Si no tienes otra opción que ir en fechas en que allí estén celebrando alguna fiesta no te preocupes, unas horas de mal sueño no podrán echar a perder la experiencia de estar en uno de los lugares más hermosos del Perú, sin dudas.

Continuará…

Pablo

4 comentarios:

Erick P. dijo...

Muchas gracias por mostrarnos este bello lugar, estamos viajando mañana en carro.
Un abrazo
Erick

Pablo Solórzano dijo...

Pues de nada Erick, me alegra muchísimo que esta información puesta aquí en la brújula te ayude. Para eso estamos. Y qué envidia, ya me gustaría a mi volver a un lugar como Vilca y Huancaya en estos momentos, seguro que te encantará. Mucha suerte y un abrazo!

turbos dijo...

Qué hermosos paisajes!, esos ríos y lagunas!, me encanta el color azulado que tienen, también me encantaría poder conocer esos pueblitos!

Pablo Solórzano dijo...

Los andes limeños tienen unos paisajes increíbles. Lastima que sea tan poco visitado. Un abrazo y gracias por tu visita, como siempre.

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