Cementerio de San Francisco de Huambocancha: la muerte en tecnicolor

lunes, 19 de marzo de 2012


Como contamos en la entrada anterior, cuando visitamos el MUSEO ETNOGRAFICO de la ciudad de Cajamarca vimos las fotos de un cementerio cuyas tumbas estaban pintadas con colores pasteles y vivos, me refiero al cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Uno no pensaría posible que un lugar semejante pudiera estar adornado con tonos y adornos que contradijeran completamente la atmosfera de tristeza, dolor y resignación de los camposantos de nuestras ciudades occidentales y occidentalizadas. Pero he aquí que teníamos uno en donde la muerte se manifestaba a través de una esplendente mixtura de color.

Para llegar allí nos fuimos hasta la esquina de las calles Chanchamayo y Jequetepeque, a unos 15 a 20 minutos a pie desde la Plaza de Cajamarca, que es por donde pasan las combis que se van hacia PORCON BAJO (preguntar si pasan por el cementerio, siempre es bueno confirmar). Subimos como pudimos en una combi atestada de gente en donde apenas había asientos para nosotros; se supone que en un vehículo tan pequeño no debería entrar nadie de pie pero igual subieron unos 8 escolares que, doblados y desafiando cualquier calambre muscular, trataron de acomodarse como de lugar para poder así llegar temprano al colegio. Esto de que vayan más gente de la que debería ir dentro de la estrechez de una combi no es una cosa única de los pueblos de los Andes, pasa también, y con mucha frecuencia, en Lima, ciudad que, por lo demás, debe tener uno de los servicios de transporte público más espantosos del mundo; así que no te asustes si ves algo parecido, te lo dice un sobreviviente que por años ha tenido que viajar de igual manera en las modernas avenidas de la capital haciendo mil malabares para llegar al trabajo. 

Conforme la combi se alejaba de la ciudad aparecían tímidamente algunos pequeños espacios verdes que constataban que alguna vez, no hace mucho, aquello en donde todo fue un puro verdor campea hoy el concreto. Los estudiantes fueron bajando poco a poco y, ya más cómodos, pudimos ver al borde de la carretera los carteles que avisaban las ubicaciones de los talleres artesanales de los picapedreros; Huambocancha es un pueblo en donde abundan. Familias enteras dedican sus vidas a hacer trabajos de cantería, de marmolina y granito y muestran sus logros en estos talleres que veíamos pasar desde detrás de los cristales de la traqueteante combi. 

Por fin el mozalbete que funge de “cobrador” de la combi nos avisa que hemos llegado al cementerio así que bajamos, cruzamos la carretera y subimos por los escalones que nos llevan hasta la puerta, de humilde forja, de lo que alguien ha considerado “el cementerio más alegre de América”; y quizás no le falte razón pues debe haber sido la primera vez que la visión de un cementerio no me hizo guardar silencio y bajar la cabeza sino más bien esbozar una gran sonrisa.

Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
Es una reacción inevitable pues uno ve una gran cantidad de lápidas (se calculan unos 300 hechas en granito) en los que no se ven vírgenes llorosas hechas en mármol negro, ni seres con porte de deidad frigia mirando desconsolados lápidas llenas de malas yerbas y olvidos sino más bien tumbas adornadas con unas estructuras que hacen recordar iglesias en miniaturas (torres, campanas y relojes incluidos) pintadas de colores que han sido combinados con ese milenario buen gusto andino (recordar los colores de los mantos Paracas, los retablos ayacuchanos) y llenos de figuritas naif que representan vírgenes, ángeles y santos de un tamaño tal que por momentos uno puede pensar que sería posible verlos en una tarta de fiesta infantil. 


Por el acabado y lo bien definidos que están los contornos de dichas imágenes se notaba la predilección por el detalle mínimo, por las formas bien elaboradas; cosa que no debe sorprender, siendo como es que mucha de la gente que allí está enterrada fueron alguna vez miembros de las familias de artistas del tallado de piedra que viven en los alrededores y cuya maestría se puede apreciar en las piletas, patios y extraordinarias portadas que hicieron para las casonas e iglesias de Cajamarca.

Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
En las torres de estas iglesias pequeñas, que adornaban el silencio de los muertos, colgaban guirnaldas multicolores en las que se mezclaban flores y figuras hechas de papel; como si hubieran sido creadas para adornar una casa en un día de celebración. 

Caminaba entre este amontonadero de cruces y templetes que, por estar desparramados sobre la inestable superficie de una pequeña ladera, casi se doblan hacia el suelo, y recordaba que en el Perú, este tipo de coloridas y amenas manifestaciones en un cementerio, los he visto siempre en lugares relacionados con los Andes y en sitios donde la humildad y la pobreza son más que evidentes; por ejemplo, la impresionante celebración del Día de los Muertos en los barrios pobres de la periferia limeña (sobre el que escribí y puedes ver aquí). Todo ello hace que me pregunte si es que esa pobreza, esa humildad, tiene que ver con que la gente asuma la muerte como algo realmente importante por ser ésta un certero consuelo a una vida privada de comodidades donde todo es incierto y, algunas veces, doloroso. Sé que con esta suposición simplifico demasiado las cosas pero no puedo dejar de pensar en la muerte como en un consuelo para muchos. O tal vez hacen eso motivados por una especie de memoria colectiva ancestral en la que el respeto y veneración por los muertos todavía están fuertemente arraigados. Se sabe que a un Inca muerto se le consideraba una especie de dios inmortal, un ser vivo a quien se le trataba del mismo modo que si estuviera todavía hablando; todo lo cual llevó a Miguel de Estete, cronista español que vio un desfile de emperadores difuntos, a escribir que los había visto “sentados en sus tronos y rodeados de pajes y de mujeres con espantamoscas, que los cuidaban con el mismo respeto que si estuviera vivos”. Sea lo que fuera, el cementerio de San Francisco de Huambocancha debe ser una de las más originales muestras de arte funerario popular que se pueda ver en el Perú. No es una atracción turística, no lo visita nadie que haya venido de vacaciones a Cajamarca, por lo que se mantiene alejadísimo de las masas de turistas y sin embargo creo que es uno de los lugares más interesantes en los alrededores de la ciudad. Me ha gustado visitarlo porque creo que un lugar no solo es su grandeza arquitectónica y sus bonitas plazas sino también, y sobre todo, un lugar es su gente y como ellos asumen la vida y la muerte; y esas son cosas que deberíamos darnos tiempo de ver y de comprender.

Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
Cementerio de SAN FRANCISCO DE HUAMBOCANCHA. Cajamarca - Perú
Volvimos a la carretera a esperar que bajase una combi de Porcón para que nos llevase de regreso a Cajamarca. Era hora de descansar y planificar nuestras próximas andanzas por estas sierras. Hasta entonces.

Pablo

DATOS UTILES
  • El pasaje en combi desde Cajamarca hasta el cementerio es de 0,80 céntimos. Recordar que hay que pedir bajar en el cementerio. Las combis continúan el viaje hasta el pueblo llamado PORCON BAJO donde hay talleres de artesanos que hacen trabajo en marmolina y granito. Hasta allí el pasaje es 1.70, en ese lugar también se puede visitar la Casa Hacienida Lluscapampa.

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