Todos deberían estar alguna vez en sus vidas en una fiesta como ésta, pienso mientras estoy perdido en medio de este laberinto de colores en que se convierte la plaza de armas del Cuzco en plena celebración del Corpus Christi, la cual debe ser una de las más apoteósicas celebraciones religiosas en el Perú junto a la Semana Santa ayacuchana, la Fiesta de la Mamacha Candelaria en Puno y el Qoyllur Ritti, también en Cuzco, por nombrar a sólo cuatro de los cientos.

Y ¿cómo es que esta fiesta de nombre latín y netamente medieval se traslada a los andes? Al llegar los españoles al Cusco se escandalizaron cuando vieron en sus fiestas a los nativos sacar en procesión a los mallquis (momias) por lo que decidieron reemplazarlos con imágenes sagradas del catolicismo. Pero la estrategia no fue tan efectiva ya que los andinos infiltraron sus danzas, costumbres y cosmovisión en el ritual cristiano y les atribuyeron a los santos católicos las cualidades que tenían sus dioses. Así la Virgen María, que los andinos fueron obligados a adorar, en realidad era la "Pacha Mama"; Jesucristo ocultaba al Sol y Santiago Apóstol no era sino el "Illapa" o Rayo. Desde entonces toda esta mixtura hizo de esta fiesta una celebración mitad occidental y mitad andina y es, hasta ahora, una muestra de sincretismo entre el viejo y el nuevo mundo, un resumen de lo que es una parte del Perú de hoy.
LA FIESTA
Había sido una noche bastante loca (qué noche no lo es el Cuzco) y me desperté al oír el eco de los cohetes reventando y los ladridos de los perros respondiéndoles. Mi hospedaje "Corilazos de Oro" (Calle Ataud, vaya nombrecito, que sube al lado de la Catedral) era bastante simple aunque suficientemente confortable. Allí sólo se aceptaban como huéspedes a extranjeros pero como la dueña era paisana de un amigo me permitió hospedarme allí y ¡gratis! Lo interesante de este lugar es que ha sido construido sobre muros incas originales por lo que todos los días dormía al lado de un mural, así de paso me cargaba de energía.

Una ducha y a la calle. Había quedado en encontrarme con mis amigos en la puerta del café Ayllu (que entonces estaba en la Plaza de Armas del Cuzco, hoy ha sido removida a otra calle cercana) por lo que hacía allí fui y para mi sorpresa la celebración ya había empezado. En la plaza una gran multitud de gente esperaba entusiasmada la salida de los santos que “dormían” en la Catedral mientras que el olor del incienso se esparcía cubriéndolo todo como una inmensa manta que hubiera caído desde el cielo serrano.
Era jueves, día principal del Corpus, pero en realidad la celebración empieza un día antes cuando en sus respectivas parroquias los santos de los 15 barrios participantes en esta festividad son vestidos con sus mejores atavíos para ir bien presentables a la plaza mayor y lucirse frente a los demás en la conocida "Entrada". Las imágenes de santos y vírgenes son depositadas en la Catedral para "dormir"... hasta el día siguiente en que son sacados en procesión. Dicen que alguna vez ha habido alguna carrera entre San Sebastián y San Jerónimo tratando de entrar el primero en la plaza y que por el apuro, y las cervezas que se habían tomado los cargadores, la imagen de alguno de los santos ha terminado por los suelos.
En la catedral terminó el Te-Deum y salió, llevada sobre un vehículo motorizado, una impresionante carroza de plata (de 1733), que llevaba dentro el “cuerpo de Cristo”, detrás de la cual caminaban el Arzobispo y las autoridades de la ciudad. Los repiques de la campana llamada la María Angola, considerada la más grande del Perú, parecían truenos de sonidos metálicos que se extendían por todo los confines de la ciudad. Después de dar una vuelta entera a la plaza, la carroza es devuelta a la catedral; luego el Arzobispo da la bendición a la gente. Así termina la ceremonia oficial. Ahora... que empiece la fiesta popular.
Los santos y vírgenes bajan del atrio y empieza el desfile multicolor con una multitud que los sigue devotamente. Allí van San Antonio, San Jerónimo, San Cristóbal, San Sebastián, Santa Bárbara; Santa Ana, Santiago Apóstol, San Blas, San Pedro, San José, La Virgen de la Natividad, La Virgen de los Remedios, La Virgen Purificada, La Virgen de Belén y La Virgen de la Inmaculada (llamada "La Linda"). Cada uno porta unos vestidos esplendorosos, de una fineza increíble y joyas obsequiadas por sus fieles. Han sido sacados a la calle, como quien saca a un niño mimado: vestiditos, relucientes, limpios. Recorren la plaza, como antes lo hicieron las momias de los incas, en increíbles andas hechas de metales preciosos cuyo peso es enorme y exige de los cargadores un gran esfuerzo físico y de coordinación para que el paso se dé con la mayor estabilidad posible.