Hay
muchas calles en Lima que están llenas de magia. Algunas solo tienen
magia negra y muchas otras solo blanca. Pero algunas amalgaman sin
roche ambas cosas, las luces y sombras, los ángeles y demonios
callejeros que pululan en la capital peruana. Y una de esas calles es
QUILCA que está ubicada a unos pasos de los manidos lugares donde se
queda atrapada toda la movida turística. Si visitas Lima, anímate a
cruzar por allí, rompe el límite y métete en territorio comanche,
date un paseo por el lado salvaje, honey.
Distinta
es esta calle hasta en su disposición. Mientras que todas, o casi
todas, a su alrededor son rectas y sin grandes curvas esta es oblicua
y entra como una lanza por el costado de uno de los centros de la
urbe: la
plaza San Martín.
Por eso se dice que Quilca se ubica sobre lo que era parte del camino
incaico que partía la ciudad en este-oeste y que Pizarro, ve tú a
saber por qué misteriosas razones, respetó ese trazado. Así que si
andas por allí te puedes hacer a la idea de que era la ruta por la
que caminaban los antiguos peregrinos incas.
Cada
vez que regreso a Lima tengo que ir sí o sí a andar por el centro y
sobre todo por esta calle. Sea de día o de noche, no puedo dejar de
andar por allí ya que es parte de mi educación sentimental. Cuando
se despertó mi pasión por los libros y la lectura hice una especie
de comunión con este lugar. No debo de haber sido el único, muchas
bibliotecas de gente de mi generación, y de las posteriores, deben
estar llenas de libros o revistas que salieron de las tiendas o
puestos de esta calle en donde los empolvados y viejos estantes
siempre guardaban para el lector curioso una joya.
Quilca
es una calle para evadirse, para soñar, y eso que no tiene ningún
bonito edificio, de hecho muchas familias allí viven en tugurios y
hay construcciones que no demorarán mucho en venirse abajo. Además
carece de plantas y árboles. La evasión, la ensoñación, viene
porque en esa calle, más que en cualquier otro rincón de la ciudad,
se puede hacer tangible aquello que se anhela o que forma parte de
las estructuras de tu mundo interior: novelas cuyas tramas te hacen
levitar; libros de autoayuda o filosofía que te muestran el camino;
vinilos que te hacen oír de una forma más artesanal esas canciones
que son parte de la banda sonora de tu vida y que te reconfortan;
copias de cedes de músicos que te sería imposible conseguir y de
devedes que te aleccionan sobre cosas tan dispares como las
revelaciones del Mar Muerto hasta cómo ser el vendedor más grande
del mundo; juguetes y soldaditos de plomo que alimentarán tu
colección y harán tangible aquellos sueños infantiles donde tenías
que imaginar las grandes batallas que leías en tus libros de
historia; antiguallas que puedes comprar y colocar en casa para
presumir ante los amigos de tu romántico amor por lo viejo; revistas
de viajes de segunda mano que son gasolina pura para alimentar el
fuego desquiciado que son tus ganas de irte por los caminos del
mundo.
Jirón Quilca. Lima - Perú. |
Jirón Quilca. Lima - Perú. |
Y como no hay evasión sin alcohol (ya lo dijo Duras,
“el alcohol ha sido hecho para soportar el vacío del universo”)
ahí están siempre las puertas abiertas de los bares a todo aquel
que quiera ser bohemio por una noche o para toda la vida; para aquel
que quiera remojar las congojas mientras que en la rocola del Don
Lucho
canta melancólicamente José José diciéndote que también el
recuerda haberla llenado de besos y caricias mustias o robarle el
enésimo beso en el primer día de novios a la chica que tanto
perseguiste, indiferentes ambos a la selva de carcajadas horrísonas
que vienen desde todos los rincones del Queirolo
(sobre estos dos bares escribí una entrada en la que cuento mi
experiencia en los viejos bares del centro de Lima y que puedes leer
aquí).
Se
sabe que quienes van a Quilca tienen deseos, sueños y gustos que van
de la mano con la (contra)cultura. Eso, inevitablemente produce una
especie de energía que recorre toda la calle y claro, esa energía
desfoga y produce cosas interesantes: un centro cultural que ya cerró
pero que fue en su época el epicentro de la movida cultural
alternativa; recitales de poesía y conciertos de músicos sin
renombre pero llenos de entusiasmo y rabia. Todo en una onda “do it
yourself”, bien punkie, sin tanto afeite ni puesta en escena y de
fácil y económico acceso.
Jirón Quilca. Lima - Perú. |
Jirón Quilca. Lima - Perú. |
Jirón Quilca. Lima - Perú. |
He
caminado hace unas semanas por allí de noche y he podido sentir una
vez más como se multiplican por esa zona las sensaciones. Quilca es
un campo abierto para una fauna heterogénea que sale a relumbrar en
las sombras de la noche limeña, que como se sabe es unánime. Los
metaleros y sus ropas oscurísimas aparecieron con sus pasos de
matones y sus pelitos largos dignos de publicidad de champú
anticaspa; dos travestis de cimbreantes caderas y largas cabelleras
cruzaron abrazados/as como buenas amigas la calle con dirección a la
plaza San Martín. Fueron perseguidas por eróticos silbidos. Los
machos limeños, ano-obsesivos como son, se dejaron las vértebras
del cuello para seguir de punta a punta el andar y la plástica
contundencia que abultaba la baja espalda de estas mariposas
nocturnas. Gente que consultaba precios de libros; sonrisas que se
escapaban por entre las rejas de las ventanas de los bares; el olor a
fritanga se trenzaba con el de la marihuana; los gritos de una mujer
que trataba de parar la olla familiar ofreciéndome un rico sándwich
de pollo con su chicha; jovenzuelos con poses de aprendices de
delincuentes cuya presencia en otras calles te haría cambiar de
acera.
Y así hasta llegar a la Plaza San Martín que es casi una continuación de este universo abigarrado: En la puerta del teatro Colón, que de magnifico y elegante paso a ser un garito en cuyos baños y asientos seres convertidos en algo parecido a una mujer ofrecían lengua, boca y otras cavidades corporales para hacerle a los cinéfilos la vida más desahogada mientras en la pantalla el taladreo carnal permitía el rebote de glúteos y senos, chicos y chicas se pasaban botellas llenas de líquido sin pedigrí. En una esquina y al amparo del sonido de un gran altavoz Michael Jackson caminaba para atrás (y eso que está sobrio) y luego le pasó la posta a su compañero el engominado Travolta quien señalando con el dedo, vueltita incluida, a las chicas pedía unas monedas para apoyar el arte.
En otra
esquina otros seres también se habían transformado pero en
alienígenas que hacían recordar al Depredador
y se dejaban tomar una foto con los seres de este planeta a cambio de
unas monedas terrícolas. Tuvieron suerte, la gente se encariñó con
ellos aunque más allá les hacían una fuerte competencia un grupito
de hombres y mujeres vestidos de Shipibos
(tribu
selvática del Perú) quienes iban por todos los restaurantes tocando
flautas y tambores trayendo así a la selva de cemento una sensación
de selva amazónica. En medio de la plaza, a los pies del libertador
San Martín, los iluminados que han visto el futuro aseguraban por
enésima vez la pronta llegada del salvador (¿o castigador?); más
allá discutían en tribuna popular los dueños de la verdad política
criticando o adhiriéndose al dueño de la bolsa de turno y al otro
lado, solapados bajo los árboles, los jóvenes prostitutos (en Lima
les dicen fletes) negociaban lúbricamente el precio de sus caricias
con sus maduros y poco elegantes clientes.
Y así hasta llegar a la Plaza San Martín que es casi una continuación de este universo abigarrado: En la puerta del teatro Colón, que de magnifico y elegante paso a ser un garito en cuyos baños y asientos seres convertidos en algo parecido a una mujer ofrecían lengua, boca y otras cavidades corporales para hacerle a los cinéfilos la vida más desahogada mientras en la pantalla el taladreo carnal permitía el rebote de glúteos y senos, chicos y chicas se pasaban botellas llenas de líquido sin pedigrí. En una esquina y al amparo del sonido de un gran altavoz Michael Jackson caminaba para atrás (y eso que está sobrio) y luego le pasó la posta a su compañero el engominado Travolta quien señalando con el dedo, vueltita incluida, a las chicas pedía unas monedas para apoyar el arte.
Cine Colón. Plaza San Martín. Lima - Perú. Foto de http://www.flickr.com/ |
Toda
esta fantástica puesta en escena no puede tener mejor contexto que
los bellos e iluminados edificios de la San Martín. Yo voy, me
siento en el Bolivarcito
y me pido un buen pisco sour para procesar lo que acabo de ver y oír;
para confirmar mi cariño por Quilca, por su ambiente, por los
tesoros que allí he podido encontrar y que me han hecho un ser menos
estúpido. Visita Quilca, no te arrepentirás, encontrarás libros a
muy buenos precios y si no quieres comprar texto alguno pues solo por
la atmósfera que allí se puede sentir vale la visita.
Pablo
DATOS
UTILES
- Si bien la calle es segura muy de noche cuando la gente está bebida o los negocios han cerrado puede haber cierto riesgo por lo que es mejor andar acompañado
- El cine teatro COLON está hoy cerrado al público.
- El jirón Camaná cruza Quilca poco antes de que esta calle desemboque en la Plaza San Martín. Camaná también podría ser considerada una especie de extensión de Quilca ya que allí hay muchos puestos de libros. Además la calle llega hasta la simpática y poco conocida Plaza Francia.
7 comentarios:
Y EL CINE COLON?
He hablado del mismo, en un párrafo, si te fijas bien, aunque lo he denominado Teatro que es lo que dice en el frontispicio, y no Cine. Gracias por tu visita, Un saludo!
encontrare libros de cusco, machipicchu y los incas por ahi?????? ayuda por favor
Hola, te aseguro que encontrarás libros de esos temas... yo he comprado algunos allí.... sólo hay que buscar con paciencia y placer... saludos gracias por tu visita
en calle de la cultura
hola esa libreria en q cuidad se encuentra, y podre enontrar el libro hablando sola
Busco el libro EL MEDICO DE LAS LOCAS de xavier de Montepin. Donde lo pueso hallar..me ayudan por favor
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