¿Por qué se marchó a París?, ¿por qué tuvo la osadía de irse allí sin tener
apenas contactos, amigos, ni saber francés, ni haber juntado suficiente dinero
para sobrevivir? Porque pendía sobre él la amenaza de ir, una vez más, a la cárcel y, como ya lo dijimos en la INTRODUCCION a esta Ruta Vallejiana (ver entrada anterior), por
esa asfixia que sentía al vivir en un lugar como Lima: tan pacata y petulante,
de un enanismo mental insufrible, provinciana y elitista, donde los grupos
literarios más parecían sectas que destrozaban a los que se no escribían como
ellos (casi como ahora, mira tú)… y Vallejo no escribía como ellos… felizmente.
Por pura suerte dejó el Perú. No tenía apenas dinero para
hacer un viaje tan largo así que allí apareció la figura providencial de su
amigo Julio Gálvez Orrego, conocido
como Chino Gálvez, quien dividió su pasaje en primera por dos de tercera para
llevárselo con él a “las Europas”. Poco se ha hablado de este amigo que tuvo
este gesto fraternal con nuestro poeta. Se sabe que era un joven trujillano que
durante la guerra civil española se alistó como voluntario republicano y apoyó
en un hospital en las afueras de Madrid. Los franquistas le capturaron, fusilaron
y arrojaron su cuerpo a una fosa común.
¿Necesitaba Vallejo irse a París para poder escribir como
él lo hacía? No. De hecho llega a la capital francesa habiendo ya publicado TRILCE, esa obra ultra moderna y
vanguardista que dejó a todos en el Perú patidifusos y desconcertados, y que
motivó a muchos a menospreciarla por no entenderla. París no le convierte en el
genio que ya era pero es allí donde su obra alcanza su plenitud pues la
experiencia parisina fue estimulante, enriquecedora y esperanzadora aunque
terminase siendo trágica.
Vivió allí pobre aunque tuvo épocas en donde no tuvo que
preocuparse por lo económico. Pero aún en los momentos más angustiosos no dejó
nunca de escribir, de ganarse la vida a
costa de su trabajo intelectual: escribe para periódicos que se demoran en
pagarle o nunca lo hacen; funda revistas; desglosa un segmento de una novela
inédita a la que no tenía en gran aprecio para poder venderla o concibe una
novela en francés trufada de folklore y exotismo americano (“Hacia el reino de
los Sciris”): “Mi dilema es el de todos
los días: o me vendo o me arruino. Y aquí me he plantado porque ya me estoy
arruinando. ¡Van a ser seis años que salí de América y cero!” le escribe a su generoso
amigo, el diplomático Pablo Abril en mayo de 1929.
Y aunque aunque la
pobreza en la cicatera
París le fustiga prefiere eso a volver a Lima: “A todos los buenos no les es dable la dicha
de vivir, aunque fuese muriéndose de hambre, lejos del mísero ambiente peruano…
¡Si por lo menos pudiésemos quedarnos en Europa para toda la vida!” le confiesa a Abril en una
carta fechada en julio de
1927.
Una de las primeras personas que Vallejo conoce en París
es ALFONSO SILVA SANTISTEBAN a quien
lo unió una gran amistad por lo que le llegó a considerar “lo único grande que hasta
ahora he hallado en Europa”. Juntos experimentaron las mieles y amarguras de
los desheredados y nunca dejaron de sentir una recíproca admiración y
cariño. Una de las anécdotas más singulares de este dúo es aquel en el que
Silva, que ya vivía un tiempo en Francia, le recomienda al recién llegado Vallejo
métodos para afrontar el diario sobrevivir, como por ejemplo quedarse en cama
inmóvil y así ahorrar energía para mitigar la angustia del hambre. Al morir
Silva, Vallejo le dedica un bello poema del cual una parte dice: “Palpablemente, / tu inolvidable cholo te
oye andar / en París, te siente en el teléfono callar / y toca en el alambre a
tu último acto / tomar peso, brindar / por la profundidad, por mí, por ti.”
Hecha esta introducción es hora de ponerse a caminar tras
los pasos de CESAR VALLEJO en París.
Empezamos esta ruta desde el histórico CAFÉ
DE LA PAIX, ubicado en la esquina del boulevard Capucines y la Plaza de la
Opera, que fuera frecuentado por Vallejo cuando trabajaba y vivía en los
hoteles de los alrededores.
“Te escribo desde el
café de la Opera, que está cerca de mi bureau. Ya van a ser las 11 y me voy a
trabajar.” Carta a Juan Larrea. 26 de enero de
1926.
Frente al
LA PAIX se puede ver el fastuoso edificio de la Opera, un lugar que más parece una gigantesca tarta de boda
abandonada en medio del tráfago parisino.
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CAFÉ DE LA PAIX. París - Francia. |
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CAFÉ DE LA PAIX. París - Francia. |
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CAFÉ DE LA PAIX. París - Francia. |
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LA OPERA. París - Francia |
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LA OPERA. París - Francia |
Dejamos el afamado café y, luego de cruzar la plaza, nos
adentrarnos en la ancha y larga avenida Opera (se recomienda caminar por la
acera que está en la derecha) por donde llegaremos hasta el edificio ubicado en
el número 11 que es en el que se localizaban las oficinas de la
agencia de noticias LES GRANDS JOURNAUX
IBÉRO-AMÉRICAINS donde Vallejo ejerció varios empleos humildes en 1925.