Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año
que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar
sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los
días son viaje y su casa misma es viaje. Entre los antiguos, muchos murieron en
plena ruta. A mí mismo, desde hace mucho, como girón de nube arrastrado por el
viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo. Después de haber recorrido la
costa durante el otoño pasado, volví a mi choza a orillas del río y barrí sus
telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me nacieron las
ganas de cruzar el paso de Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre
cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por
los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me
hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis
pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero de paja y unté moka quemada
en mis piernas, para fortalecerlas. La idea de la luna en la isla de Matsushima
llenaba todas mis horas. Cedí mi cabaña y me fui a la casa de Sampu, para
esperar ahí el día de la salida. En uno de los pilares de mi choza colgué un
poema de ocho estrofas. La primera decía así:
Otros
ahora
en
mi choza – mañana:
casa
de muñecas. 1
Matsuo
Basho, Sendas de Oku
Traducción
de Octavio Paz y E. Hayashiya.
Universidad de Navarra.
1: Las familias con niñas celebran las Fiestas de las
Muñecas el día tercero del Terce Mes del año. La casa se adorna con muñecas y
flores. Basho piensa en el cambio en el aspecto de su choza que había sido
habitada por un poeta ermitaño: él.
El estrecho camino hacia el interior. Basho. Imagen de http://basho-imagery.blogspot.com.es/ |
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