En primer lugar, el verdadero motivo debe ser el de
viajar para perderse y ser desconocido. Más poéticamente, podríamos decir que
es el de viajar para olvidar. Todos son muy respetables en su lugar natal,
piensen lo que piense de ellos en los círculos sociales más elevados. Están
atados allí por una serie de convenciones, reglas, costumbres y deberes.
[...]
El verdadero viajero es siempre un vagabundo, con las
alegrías, las tentaciones y el sentido e aventura que tiene el vagabundo.
Viajar es “vagabundear” o no es viajar. La esencia del viaje es no tener
deberes, ni horas fijas, ni correspondencia, ni vecinos inquisidores, ni
comisiones de recepción, ni destino fijo. Un buen viajero es el que no sabe
adónde va, y un viajero perfecto es el que no sabe de dónde viene.
[...]
Viajamos sin destino y nos detenemos donde nos
encontremos, y marchamos muy lentamente, acaso diez li por día, acaso veinte, o
quizá treinta, cuarenta, cincuenta. No tratamos de hacer mucho, para no
fatigarnos. Y cuando llegamos a montañas y arroyos, y nos encantan los
manantiales, las blancas peñas, las aves acuáticas y los pájaros de la montaña,
escogemos un lugar en una isleta del río y nos sentamos en una peña, y miramos
a la distancia. Y cuando nos encontramos con leñadores o pescadores o aldeanos
o rústicos ancianos, no les preguntamos nombres y apellidos, ni damos los
nuestros, ni hablamos del tiempo, sino que conversamos brevemente de los
encantos de la vida campestre.
[...]
La vía láctea parece rozarme el cuello, blancas nubes
pasan por las mangas, las águilas del aire vuelan al alcance de la mano, y el
sol y la luna me acarician las sienes y siguen de largo. Y allí tengo que
hablar en voz baja, no sólo por temor a asustar al espíritu de la montaña, sino
para que no me escuche Dios en Su trono. Por encima tenemos el puro firmamento,
sin una mácula de polvo en esa vasta extensión de espacio, y por debajo la
lluvia y el trueno y la tormentosa oscuridad ocurren sin nuestro conocimiento,
y el eco del trueno se oye como el gorgoteo de un niño. En este momento mi
vista está deslumbrada por la luz y mi espíritu parece volar allende los
límites del espacio, y tengo la sensación de ir cabalgando en vientos que me
llevan muy lejos, pero no sé adónde voy. O cuando el sol poniente está por
ocultarse y la luna naciente estalla desde el horizonte, la luz de las nubes
resplandece en todas direcciones y el púrpura y el azul chispean en el cielo y
los picos distantes y los cercanos cambian e matiz, de oscuro claro, en breve
instante. O quizás en medio de la noche escucho el sonido de las campanas del
templo y el rugido de un tigre, seguidos por una ráfaga de viento, y como está abierta la
puerta del salón principal del templo me pongo la túnica y me levanto y, ¡ah!,
allí está reclinado el Espíritu de la luna y algunos restos de la última nevada
cubren las ladeas superiores, la luz de la noche yace como una masa blanca e
indefinida, y las montañas distantes presentan un contorno apenas visible.
[...]
-¿Por qué vagas así, si amas el Tao?
- ¡Oh, no! No confundas mis andanzas de vagabundo con el
Tao –responde Mingliaotsé- , estaba cansado de las restricciones de la vida
oficial y las molestias de los asuntos mundanos, y viajo tan sólo para librarme
de ellas.
[...]
Aunque en un tiempo de mi vida fui funcionario, no tenía
propiedades ni riquezas, fuera de unos pocos libros. Al principio viajé con
estos libros, pero temeroso de que causaran envidia a los espíritus del agua
los arrojé al río. Y ahora no tengo nada más que este cuerpo. ¿No perdura,
pues, para mí el encanto de la vida, cuando han desaparecido mis cargas,
cuando lo que me rodea es la calma, cuando está libre mi cuerpo y ocioso mi
corazón?
Lin Yutang
La importancia de vivir
Barcelona : Edhasa, 2004.
1 comentarios:
"...un viajero perfecto es el que no sabe de dónde viene."
Creo que esa es la esencia del viaje, uno se aleja de todo con el anhelo, quizás inconsciente, de encontrarse así mismo.Magnífico blog.Saludos desde Madrid.
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