Como dijimos en la entrada anterior, este día iba a empezar nuestra navegación por el Amazonas, experiencia que queríamos vivir cuanto antes. Pero, claro, a esas horas de la mañana no lo dábamos todavía por hecho ya que para encontrar un barco que partiera justo cuando nosotros esperábamos, necesitábamos algo de suerte.
Como no solo de sueños viajeros vive el hombre, sino también de desayunos, nos fuimos a tomar uno contundente al Mercado Central, opción más barata, con jugos de papaya desde un sol; y luego caímos por la heladería Tropitop –jirón Sucre, Plaza de Armas-, donde los desayunos cuestan 5 soles, buen servicio y todo muy limpio.
Con la panza llena nos dirigimos al puerto para averiguar sobre posibles salidas de barcos para ese día. Teníamos dos rutas en mente: una que partía al desde PUCALLPA hacia ATALAYA, dirección sur, y otra hacía el norte a CONTAMANA, dirección ORELLANA e IQUITOS. Los barcos que iban hacía Atalaya eran muy pequeños y daban una pésima impresión: a simple vista carecían de una mínima higiene, cosa importante de considerar teniendo en cuenta que hasta Orellana el viaje lleva 4 días; y los tripulantes y ayudantes eran todos hombres, por lo cual no parece una opción muy recomendable para una viajera sola. Asimismo, esta ruta sur no parece muy requerida por viajeros, lo que no significa que no hayamos visto algunos hombres con pinta de hippies subidos en esos barcos, tan felices y contentos. Estas observaciones no quiere decir que todos los barcos sean así, quizás estuvimos en el día menos indicado y en otras fechas haya mejores transportes, solo escribo lo que vi. Todo lo contrario sucedía con la ruta hacía Contamana, es mucho más transitada y por ende la favorita de viajeros y turistas, imagino que mucho tiene que ver el hecho de que es por esa ruta por donde se llega a la principal ciudad de la Amazonía peruana: IQUITOS.
Para saber qué barco iba a partir no quedaba otra que andar por el puerto y preguntar y preguntar. Un buen indicador es buscar a la embarcación en la que se está cargando mercadería porque ésa será la que salga ese día, o el siguiente, o el que le sigue a ese... En la entrada de los barcos se pone una pizarra con el horario y el lugar al que van a partir, así encontramos el ANGEL MIGUEL que, según la información que se leía en su pizarrín, zarpaba ese día a las 05 y 30 de la tarde hacía Orellana, previo paso por Contamana, nuestro destino. El pasaje costaba 25 soles por persona. Optamos por viajar allí. Según la factura, o tiquete, que nos dieron este barco tiene una representación en una oficina que queda en la calle Callao 476 y el número de móvil es el 991551006. De nada.
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Puerto de Pucallpa. |
Normalmente hay alguien dentro de la embarcación que vende las hamacas, nosotros se lo compramos a un hombre muy simpático: 10 soles cada una más 6 metros de cuerda para colgarlos -1 sol el metro-, asegurarse de que el nudo esté bien hecho ya que vimos a mucha gente caerse apenas acostadas en sus hamacas. Se debe pagar por las hamacas solo la mitad, la otra se hará efectiva antes de partir. El tiquete se paga directamente a los encargados de la embarcación que pasan a cobrar cuando ya se ha partido. Es bueno esto de comprar una hamaca con anticipación porque así se separa sitio, aunque cuando el barco está lleno casi nadie respeta tu espacio y todo es un pandemónium alucinante, pues hay más gente que espacio: pasar sobre ti es una cosa tan natural como el verdor de la selva. Otra recomendación sobre las hamacas: es mejor comprar las de tela, no las de red; si bien aquéllas son más caras también son más fuertes, cómodas y abrigan contra el frío viento de la noche y los mosquitos.
Volvimos al hotel GUEST HOUSE, donde estábamos hospedados, y encargamos nuestras mochilas a la dueña. Salimos luego a perdernos por las calles de Pucallpa a modo de matar el tiempo. Cuando tuvimos hambre buscamos un restaurante y encontramos “Los Girasoles”, esquina de las calles Inmaculada y Salaverry; muy limpio, trato cordial, rápida atención y el rico menú por solo 4 soles, más que recomendado. Los restaurantes en el centro de la ciudad suelen ser más caros por eso si uno se mueve un poco hacía las afueras puede encontrar mejores precios, p.e. frente al Hospital Regional, a 15 minutos caminando desde la plaza, se pueden encontrar varios y baratos. La zona es muy tranquila y nos dio la sensación de seguridad. Más tarde nos tomamos unos cafés en el “C est si bon”, recogimos nuestras cosas y nos fuimos al puerto.
Llegamos con una hora de anticipación, algunos dirían que es mejor con dos pues el barco a esas horas ya estaba lleno y quedaba poco espacio para estirar la hamaca, a no ser que la hayas colgado ya desde la mañana como la hicimos nosotros. El barco está totalmente repleto de gente y de un multicolor laberinto de hamacas que hace que todos avancen a gatas en una odisea que pasa por debajo de espaldas colgantes cuando de ir al baño se trata, que, para colmo de males, está abajo, en el oscuro almacén. Hay que sortear bultos, cajas, colchones, animales, motos, electrodomésticos, pesados racimos de plátanos, niños jugando indiferentes en su alegría a lo que pasa alrededor; hay que aguantar los gritos de la sudorosa multitud que entra a vender baratijas, arroz en bolsa, pescados envueltos en hojas de plátano; hay que tener la paciencia necesaria para esperar la oportunidad de poder subir en una escalera por donde baja un río de personas haciéndose espacio a empujones en un espacio donde solo puede entrar una; hay que oír con curiosidad la cantarina pronunciación de este español selvático por momentos inentendible, por momentos agradable.
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
Hasta que de pronto este viejo monstruo metálico, que luchará las próximas 20 horas con todas sus fuerzas por avanzar por uno de los ríos más largos del mundo, se encabrita y la brusquedad de ese movimiento parece ser el aviso para todos los que no van a viajar: el barco se va. La gente sale corriendo, hay despidos fugaces, el griterío se reinicia y a nosotros nos inunda un sentimiento de emoción y fascinación. Con insólita puntualidad inglesa, a las 05 y 30 de la tarde, se sueltan las amarras y nos internamos en la selva; al fondo, hacia donde nos dirigimos, una manta de nubes algo oscuras nos parecen esperar y uno cree que allí ya llegó la noche aunque en el puerto de Pucallpa todavía el sol deja ver su perfecta redondez que emana una sola y amplia luz que pareciera capaz de abrazar a todo el ajeno y ancho mundo.
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
Viajar en uno de estos barcos que surcan las aguas de los ríos y caños de la selva amazónica es estar dentro de un microcosmos flotante que en cierta forma es un colorido reflejo de gran parte de la realidad peruana: aquella teñida de una informalidad por momentos simpática y abigarrada, que no te deja indiferente, a la que respondes con un quejido de rabia o con una cómplice e inevitable sonrisa. Como es sabido los ríos de la Amazonía peruana fungen de carreteras precisamente allí donde es imposible hacerlas. Y tal y como en este país gran parte del transporte terrestre es un reflejo de la idiosincrasia peruana los grandes barcos no podían quedarse atrás. Las mismas incomodidades y experiencias alucinantes las tendrás tanto en un barco de la selva, como en, a pequeña escala, por supuesto, una combi que con exceso de peso sortee los abismos desde Vilcashuamán a Vischongo o quizás en el tren macho de Huancayo a Huancavelica oliendo el pan caliente que las mujeres entran a vender en cada pueblo por el que el afamado tren pasa.
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
Pero, ¿me estoy poniendo exquisito y estoy exigiendo que las cosas en lo más remoto de la selva funcionen como en el tren que me llevó de Munich hacia Regensburg?; ¿estoy pidiendo que en las circunstancias en que aquí se vive las cosas funcionen como debe hacerlo un lugar del primer mundo? No, aunque en los primeros momentos me sentí algo incómodo por el desorden y el bullicio y la velocidad con que las cosas se hacían luego fui calmándome y pensando un poco mejor las cosas. Viajar, no solo es llenar tu álbum de fotos (si tal cosa todavía existe con eso del Facebook y Flickr) si no también aprender entre otras muchas cosas a ser paciente, tolerante. Cees Noteboom, autor a quien admiro, dice algo muy cierto: cuando uno viaja uno es el extranjero, no aquellos que viven en el país que se visita. Por ello, ¿a qué viene tanta exigencia caprichosa de que las cosas sean como uno cree que deben ser porque lo ha visto en las grandes ciudades o en el gran mundo? Hay que aceptar que la tierra que se visita tiene otros códigos y criterios que nunca, o casi nunca, se van a condecir con nuestra forma de vivir en casa. Tenemos tanto sentido de superioridad en nosotros que no concebimos ni respetamos otras formas de vivir. Nos creemos ungidos por la gracia del desarrollo y vamos por el mundo vindicando y predicando la sagrada palabra de esa religión -sin querer ver sus incontables desventajas y contradicciones- y cuando llegamos a cualquier lugar en la que no se vive del modo que creemos correcto salen a flote nuestras exigencias, presunciones, caprichos e insultante intolerancia. Viajamos muchas veces ciegos, con la queja como estandarte: nos quejamos de que en casa el cielo no es tan azul o de que la vida es un agobio, y cuando viajamos a otros lugares nos quejamos porque allí no hay las comodidades de casa, ni el desarrollo del que gozamos. Es cosa manida pero no puedo dejar de decirlo: olvidamos que los pueblos al margen de occidente también han hecho aportes a esta cultura mundo en la que vivimos y sin embargo nada de ello les reconocemos. La experiencia de viajar en un barco por la selva pone a prueba la paciencia y el temple del viajero; pero quien sea que haya tenido la oportunidad de hacerlo así no lo olvidará jamás y aquél que ansíe tenerla no se arrepentirá.
En el trayecto hacia Contamana tuvimos la suerte de ver algunos delfines rosados, lo cual fue una agradable sorpresa ya que los creíamos casi extintos. El barco se detuvo en varios pueblos ya para bajar un mototaxi o una refrigeradora, ya para hacer subir más mercancía. Era increíble ver con qué pericia el “capitán” del navío acercaba el barco a las orillas del río donde pequeños barrancos llenos de lodo fungían de embarcadero. Cuando se acercaba lo suficiente desde la nave se lanzaban desde la proa largas maderas que cumplían las funciones de puentes y por ellas se pasaban todo aquello que se quería bajar o subir. En estos pequeños caseríos, hombres y mujeres sonrientes aunque pobremente vestidos, niños desnudos y correlones, todos se agolpaban para ver la llegada del barco como quien ve llegar un ovni: con incredulidad, con sorpresa. Un barco es su puente con un mundo lejano, pretérito. Sin ellos muchos de esos pueblos quizás desaparecería. Varios niños y mujeres aprovecharon la parada del barco para subir a ofrecer lo que podían vender.
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
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En el barco desde Pucallpa hacia Contamana. Perú |
Llegó la noche, se encendieron las primeras macilentas luces del barco y casi de inmediato empezaron a atraer a inacabables miríadas de mosquitos. Y sobre nosotros un enjambre de pálidas estrellas se fue haciéndose visible en medio del añil cielo selvático. Más y más luces se fueron añadiendo a esta profusión luminar y entonces la noche se iluminó y nos dejó ver siluetas deformes en las oscuras estancias de la selva desde donde a veces provenían, estentóreos, los escalofriantes sonidos de los rugidos, chillidos y gorjeos de toda la fauna que allí, en el sombrío espesor de ese mundo vegetal, convivía o se mataba. Alguien encendió en la proa un faro cuya luz ayudaba a ver al “capitán” quien con ojo de lince conducía el barco, río y noche abajo.
Continuará…
Pablo
11 comentarios:
Muy buenos días,
nos gustaria iniciar una cooperación con tu blog.No hemos encontrado ningún email es por eso que te dejo aquí un comentario.
Mi dirección email es maria.fernandez-porcel@unister-gmbh.de
Estoy a la espera.
Muchas gracias y muchos saludos
me encanta tu forma de vivir y narrar estos viajes, pues el viajar es asi, conocer, descubrir y ser parte de ellos al menos en ese momento. elvis sáenz
The photographer is a special breed of traveler. Enticed by objects and scenery that others may overlook, travel photographers search for that special place where they can find one amazing sight after another, and as the word spreads about the beauty of Peru,
one of South America's many gems, more and more avid photographers - both amateur and professional - have been heading there for a photo safari, intent on capturing the diversity of the country
See more at- tour a iquitos desde lima
Buen relato !
Muchas gracias, Mariella!
Me gustó tu relato, espectacular la redacción que me llevó a vivir tu viaje. Todo una novela. Tranquilamente así puedes completar una obra. Saludos y éxitos.
Muchas gracias. ¡Saludos y muchos viajes!
Cuantos días es en.barco de pucallpa a contamana
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