Los peregrinos
que venían a este lugar hace cientos de años tenían motivaciones distintas a
las que tienen los de ahora. Hoy no venimos con ansias de que un dios nos
responda preguntas, no, pero imagino que al igual que los que sí lo hacían hace
mucho tiempo no podemos dejar de tener en el corazón esa fascinación que se siente
cuando uno se encuentra en un sitio maravilloso. Y sí, eso a veces es Grecia:
un sobresalto tras otro… demasiados prodigios juntos, demasiados. Pero de todos
quizás sea este el que tiene una especie de espíritu penetrante, fuerte.
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El paisaje que rodea a
este lugar que era el “centro del mundo” para los antiguos griegos tiene mucho
que ver en esa emoción que se despierta en el viajero. Situado a las faldas del
famoso PARNASO, con las aguas del golfo de Corinto brillando no muy lejos, y
los bosques de cipreses y olivos que parecen no dejar espacio en donde no hayan
impuesto su verdor, todo confabula para que DELFOS tenga
mística. Arriba el cielo era claridad pura y dejaba pasar la delicada luz solar
de octubre, ese mismo cielo en donde según la leyenda se encontraron las
águilas que ZEUS liberó desde lugares opuestos del mundo; tal prodigio indicó
el lugar donde había que construir el oráculo de APOLO. Hombres, representantes
de ciudades o reinos, todos aquellos que necesitaban consultar el futuro
llegaban hasta aquí, dejaban un exvoto y obtenían una respuesta, normalmente
enigmática.
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Dicha consulta se hacía
en la parte más alejada del templo, lugar que se supone fue absolutamente
destruido por furiosos cristianos en el 393 de nuestra era. El sitio exacto fue
aparentemente una especie de pozo de donde salía el “aliento divino” y sobre el
cual se ubicaba un trípode en la que reposaba el personaje más importante: la
pitonisa.
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Es interesante saber que
recientes estudios (citados por Piere Léveque en su magnífico “Tras
los pasos de los dioses griegos”) desmienten la idea de que ese ser que era
la intermediaria entre los dioses y los hombres respondiera a las preguntas de
los peregrinos de forma histérica. Parece que todo fue un ardid de los
cristianos que querían dejar en claro que los helenos eran una religión burda y
salvaje. No, no hubo gritos, ni humo mefistofélico, ni emanaciones que hiciesen
delirar a la pitonisa (según estudios geomorfológicos del terreno). De hecho el
historiador PLUTARCO, quien fuesacerdote de este santuario en el II después de Cristo, escribió que el sitio
tenía “aromas comparables con los más suaves y preciosos perfumes”.
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