Pucallpa era una parada inevitable en nuestro regreso a Lima. Así que allí estábamos de nuevo, hospedados en el GuestHouse, como en los días anteriores a iniciar nuestra aventura río arriba, hacia Contamana, preocupados más en descansar, comer bien y sobre todo bañarnos luego de 2 días de duro viaje de regreso. El plan era visitar Tingo María, pueblo que es la entrada a la selva baja peruana y que está en el camino de descenso hacia la costa. Nos inquietó un poco escuchar que en Aguaytia, pueblo ubicado en el camino a Tingo María, había empezado un paro (huelga) y la carretera estaba bloqueada. Sin darle más importancia al asunto nos dedicamos solo a relajarnos, al día siguiente ya nos enteraríamos… y vaya que sí lo hicimos.
Al día siguiente tomamos la mochila y nos fuimos hasta el paradero de taxis – colectivos que estáen la salida de Pucallpa, yendo hacia el Zoólogico. Allí encontramos la empresa Euro Sat(ver DATOS UTILES abajo). Allí nos confirmaron la noticia: la huelga estaba fuerte y los coches no llegaban sino hasta SAN ALEJANDRO, un pueblo ubicado a media hora de Pucallpa. Una alternativa era irse hacia Puerto Inca, por un desvío que está antes de San Alejandro, pero eso implicaba ir por una carretera sin ley y sin asfalto, que entraba por zonas famosas por ser reinos del narcotráfico. El viaje habría sido alucinante y largo ya que se interna por la selva menos conocida y llega hasta la selva del departamento de Junín, limítrofe con Lima, pero sentíamos que de aventura habíamos tenido ya bastante en los ríos de la selva y estábamos algo cansados, además queríamos conocer Tingo María. Un chofer nos aseguró: “Llegamos hasta San Alejandro y ahí se embarcan en moto y van avanzado, hoy día llegan a Tingo”. Fue un craso error creerle -o quizás no lo fue tanto por las cosas que vimos y vivimos-.Mucha gente no tiene reparos en decirte lo que sea con tal de ganarse unos centavos. En todo caso, si alguien quiere meterse alguna vez por la zona de Puerto Inca, en la misma avenida Centenario, al 145, de Pucallpa puede encontrar a la empresa TransIrazola que en 1 hora te lleva hasta el kilómetro 86, pasaje 10 soles, y desde ahí hay que tomar unas camionetas hasta Puerto Inca y desde ese pueblo hay que ver la manera de seguir avanzando hasta Junín.
Dicho y hecho, a la entrada de San Alejandro ya había varios coches detenidos. Los choferes que habían venido desde Pucallpa esperaban por gente que viniera caminando desde el otro lado del puente para llevarlos, pero esperaban casi con el pie en el acelerador por si los huelguistas vinieran por sorpresa y les rompieran los parabrisas a pedradas. Cruzamos el puente con algo de temor porque allí vimos el primer grupo de revoltosos, bien premunidos de piedras y palos, reunidos y deliberando sobre lo que hacer. En San Alejandro un hombre nos recomendó no seguir y esperar y para eso él, claro, nos alquilaba un cuarto en su hostal. Desoímos la oferta, continuamos caminando.
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Paro cocalero. Foto de la página http://elcomercio.pe/ |
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Paro cocalero. Foto de la página |
Conocimos a un chico al que llamábamos “amigo” que cargaba una pesada bolsa y que se veía en el mismo lío que nosotros y que se nos unió para caminar. Estuvimos buscando una moto-taxi que nos llevara hasta el siguiente pueblo tal y como nos había dicho el chofer de Pucallpa pero cuando llamábamos a alguno no se detenía por más que no llevara gente. A caminar se ha dicho…seguramente en el otro pueblo la cosa ya está mejor. Lo que no imaginábamos es que seguiríamos haciéndolo por los próximos 3 días.
El mediodía selvático estaba en todo su esplendor, el calor desanimaba hasta el más fuerte y daba la sensación de duplicar el peso de nuestras mochilas y las suelas de los zapatos dejaban traspasar la calentura del asfalto. En un pequeño poblado por fin un jovenzuelo en su mototaxinos “jaló” un par de kilómetros.Más allá tres hombres, que volvían apurados a Lima por motivos de trabajo, se nos unieron y juntos llegamos a otro poblado donde un tipo gordo y desdentado quiso hacer un gran negocio con nosotros y nos propuso llevarnos por un par de kilómetros más cobrándonos sin piedad. Aducía que corría mucho riesgo si los huelguistas lo paraban… nos convenció, y así subimos 6 personas en un mototaxi que solo puede llevar 3. Desde entonces todo fue un errar sin parar, la aventura era excitante aunque las plantas de los pies no habrían opinado lo mismo. Como el caballo que es incitado a seguir su galope siguiendo una zanahoria que nunca alcanza, a nosotros nos acuciaba el hecho de imaginar que el siguiente pueblo encontraríamos por fin un coche y civilizadamente llegaríamos hasta Tingo María, pero el Perú es el país de las maravillas, y por ende aquí pasan siempre cosas maravillosas, para bien y para mal.
Encontramos una pequeña casa donde una señora trataba de vender los últimos platos del menú que había preparado. Sajino, papas fritas, arroz y una coca cola para apaciguar el otorongo rugiente que llevábamos en la panza. Allí se empezaron a aclarar ciertas dudas, noticias de cocaleros que habían tomado un territorio más grande de lo que imaginábamos y del que obviamente nos demoraríamos mucho en salir; muertos en trifulcas, incluido un niño; simpatía por los huelguistas, miedo, ataques a camiones y a gente, nula presencia policial, bienvenidos a la jungla… humana.
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En el camino de Pucallpa hacia Aguaytía. |